Cuando
todos los dharmas son Buda-dharma, hay iluminación y engaño, vida y
muerte, budas y criaturas. Cuando los diez mil dharmas carecen del yo, no
hay engaño, ni iluminación, ni budas, ni criaturas, ni vida ni muerte. El
camino de Buda trasciende la existencia y la no existencia, y por ello hay
vida y muerte, engaño e iluminación, criaturas y budas.
Sin
embargo, las flores caen, causando apego, y la mala hierba crece,
suscitando odio.
Cargar
con el yo y realizar los diez mil dharmas, es engaño. El que los diez mil
dharmas avanzan y realizan el yo, es iluminación.
Son
los budas quienes iluminan el engaño. Son las criaturas quienes se engañan
en la iluminación.
Además, hay quienes están iluminados por encima de la iluminación, y hay
quienes se engañan dentro del engaño.
Cuando
los budas son verdaderamente budas, no necesariamente saben que son budas.
Sin embargo, uno mismo es el Buda realizado y avanza más en la realización
de Buda.
Al ver
formas con mente-y-cuerpo entero, al oír sonidos con mente-y-cuerpo
entero, uno los entiende íntimamente. Pero a diferencia del espejo con
reflejos y del agua bajo la luna, cuando un lado está iluminado, el otro
está oscuro.
Estudiar el Camino de Buda es estudiar a sí mismo. Estudiar a sí mismo es
olvidarse de sí mismo. Olvidarse de sí mismo es ser iluminado por los diez
mil dharmas. Ser iluminado por los diez mil dharmas es estar libre del
cuerpo-mente de uno mismo y de los de otros. No queda rastro de
iluminación, y esta iluminación sin rastro sigue para siempre.
Cuando
al principio uno aspira al dharma, se encuentra lejos de la morada
dhármica; pero al transmitirse el dharma cabalmente a sí mismo, uno es, al
instante, su yo original.
Al
viajar en un barco, si uno observa la costa, puede suponer que la costa se
desplaza. Pero, observando el barco directamente, uno sabe que es el barco
que se desplaza. Si uno examina los diez mil dharmas con su mente-cuerpo
engañado, supondrá que su mente y la naturaleza son permanentes. Pero si
uno practica íntimamente y regresa al verdadero yo, le será claro que los
diez mil dharmas carecen de un yo.
La
leña se hace ceniza y no vuelve a ser leña otra vez. Pero no debes suponer
que la ceniza es después y la leña antes. Debemos darnos cuenta que la
leña se encuentra en el estado de ser leña, y que tiene su antes y su
después. No obstante, a pesar de este pasado y futuro, su presente es
independiente de ambos. La ceniza se encuentra en el estado de ser ceniza
y tiene su antes y su después. Del mismo modo que la leña no se hace leña
otra vez después de hacerse ceniza, después de la muerte uno no vuelve a
la vida de nuevo. Por tanto, el que la vida no se convierte en la muerte
es un hecho absoluto del Buda-dharma. Por esta razón, la vida se llama lo
no nacido. El que la muerte no se convierte en la vida es la vuelta que el
Buda da a la rueda dhármica confirmada. Así, la muerte se llama lo no
extinguido. La vida es un período por sí misma y la muerte es un período
por sí misma. Son, por ejemplo, como el invierno y la primavera. No
pensamos que el invierno se convierte en la primavera, ni decimos que la
primavera se convierte en el verano.
Realizar la iluminación es como la luna que se refleja en el agua. La luna
no se moja ni el agua se perturba. Aunque su luz es extensa y fuerte, la
luna se refleja hasta en un charco de una pulgada de ancho. Toda la luna y
todo el cielo se reflejan en una gota de rocío en el pasto, en una gota de
agua. La iluminación no perturba a la persona, así como la luna no
perturba el agua. Una persona no obstaculiza la iluminación, así como una
gota de rocío no obstaculiza la luna en el cielo. El grosor de la gota es
la altura de la luna. En cuanto a la duración del reflejo, debes examinar
la vastedad o la pequeñez del agua, y debes discernir la brillantez o la
oscuridad de la luna celeste.
Cuando
el dharma no llena nuestro cuerpo-y-mente, creemos tener suficiente.
Cuando el dharma llena nuestro cuerpo-y-mente, nos damos cuenta que algo
hace falta. Por ejemplo, cuando miramos en las cuatro direcciones desde un
barco en el océano donde no avistamos tierra, el mar se ve circular y nada
más. No son aparentes otros aspectos. Sin embargo, este océano no es
redondo ni cuadrado, la variedad de sus cualidades es infinita. Es como un
palacio, como una joya. Parece ser circular según el alcance de nuestros
ojos en ese momento. También son así los diez mil dharmas. Aunque la vida
secular y la vida religiosa tienen muchos aspectos, sólo reconocemos y
entendemos lo que puede alcanzar el poder de nuestra vista penetrante.
Para poder apreciar los diez mil dharmas, debemos saber que, aunque a
veces parecen redondas o cuadradas, las demás cualidades de los océanos y
las montañas son de una variedad infinita, además de que en todas partes
existen otros universos. Es así, no sólo en nuestro derredor, sino también
aquí mismo, aun en una gota de agua.
Cuando
un pez nada en el océano, el agua es ilimitada, por muy lejos que nade.
Cuando una ave vuela por el cielo, el aire es ilimitado, por muy lejos que
vuele. Sin embargo, desde el inicio no ha habido pez o ave alguna que haya
dejado su elemento. Cuando la necesidad es grande, el elemento se
aprovecha en grande. Cuando la necesidad es reducida, el elemento se
aprovecha de manera reducida. Por esto, ninguna criatura desaprovecha su
totalidad. Dondequiera que se ponga, no deja de cubrir el terreno. Si una
ave abandona el aire, morir en seguida. Si un pez abandona el agua, morir
en seguida. Que se sepa, pues, que el agua es vida, que el aire es vida.
El ave es vida y el pez es vida. Vida es el ave y vida es el pez. Más allá
de estas implicaciones y ramificaciones, no hay otras.
Ahora
bien, si una ave o un pez tratan de llegar al límite de su elemento antes
de moverse en él, esta ave o este pez no hallarán su camino ni su lugar.
Al realizar tal lugar, la vida cotidiana es la realización de la realidad
absoluta (genjokoan). Como el lugar y el camino no son grandes ni
pequeños, ni sujeto ni objeto, y como no existían antes ni están sólo
apareciendo ahora, por tanto, existen así. Entonces, si uno practica y
realiza el Camino de Buda, al alcanzar un dharma, completa un dharma. Al
salir uno al encuentro de una acción, practica una acción.
Ya que
el lugar es aquí y el Camino conduce a todas partes, no son conocibles los
límites de lo conocible simplemente porque nuestro conocimiento aparece, y
practica, junto con la perfección absoluta del Buda-dharma. No practiques
pensando que la realización debe pasar a ser el objeto de tu conocimiento
y opinión y que debe captarse conceptualmente. Si bien su logro se
manifiesta simultáneamente, uno no contacta necesariamente su naturaleza
íntima. Algunos la contactarán y otros no.
El
sacerdote Pao-ch'e de Ma-ku shan se abanicaba. Un monje se le acercó y le
preguntó: "Señor, la naturaleza del viento es permanente y no hay lugar a
donde no llegue. Entonces, ¿por qué sigue usted abanicándose?" El maestro
le contestó: "Aunque tú entiendes que la naturaleza del viento es
permanente, no entiendes qué significa eso de su llegada a todas partes."
El monje luego le preguntó: "¿Qué es el significado de su llegada a todas
partes?" El maestro sólo se abanicó. El monje hizo una reverencia de
profundo respeto.
Esta
es la experiencia iluminada del Buda-dharma y de la vía vital de su
correcta transmisión. Quienes dicen que no debemos usar un abanico porque
el viento es permanente, por lo que debemos conocer la existencia del
viento sin usar un abanico, no conocen la permanencia ni la naturaleza del
viento.
Por
estar el viento presente eternamente, el viento del budismo actualiza el
oro de la tierra y madura el queso del largo río. |