Los mantras son palabras o frases que se cantan en voz alta o, bien, de
manera interna, como objetos de la meditación. A menudo, esos mantras se
relacionan con alguna figura budista en particular, cuyas cualidades se
pueden cultivar mediante la repetición del mantra adecuado.
La meditación con mantras es anterior al surgimiento del budismo,
probablemente le antecede por varios cientos de años. El origen de los
mantras se remonta al menos a la tradición védica que precedió al Buda, en
la cual se empleaban los mantras como conjuros para influir o, incluso,
para controlar a los dioses.
A través de la historia, las culturas han creído en el poder sagrado de
las palabras y han imaginado que al pronunciar determinados vocablos o
nombres podrían controlar el mundo externo o a los poderes invisibles,
como los dioses o los espíritus, los cuales se creía que actuaban sobre el
mundo. Podemos verlo en palabras como "encantar", que se deriva del verbo
cantar y que se refiere al hechizo que una persona ejerce sobre otra
mediante la pronunciación rítmica de ciertos sonidos. En inglés, la
palabra "spell" significa "deletrear", es decir, pronunciar o escribir las
letras y sílabas por separado, de manera clara y correcta. Sin embargo, "spell"
también significa "hechizar", o sea, utilizar palabras mágicas para
dominar a los demás.
Las palabras "gramática" y "glamour" tienen el mismo significado original.
Gramma-techne era el término griego que aludía a la ciencia o arte de las
letras. Pasó a nuestro idioma como "gramática" y al inglés llegó como "grammar"
pero, por ejemplo, a los escoceses les llegó como "glammer", que quiere
decir "hechizar". Sin embargo, en el resto de la Gran Bretaña, la palabra
glammer pasó como glamour y adquirió acepciones más ligadas al
romanticismo y la estética contemporáneas. Es así como los idiomas
contienen fosilizaciones que nos dan una noción del modo en que las
palabras pueden poseer poderes mágicos.
Esto sucede especialmente con aquellas palabras a las que denominamos
"nombres". En la antigua India se creía que si uno conocía los verdaderos
nombres de los dioses podría llamarlos y obligarlos a cumplir sus deseos.
Aunque, en sus inicios, el budismo utilizó los cantos como un modo de
práctica y empleó la recitación de versos como una forma de cultivar la
atención consciente en las cualidades del Buda (Buddhanusati), parece que
el uso de mantras no apareció en el budismo hasta que surgieron las
tradiciones del Mahâyâna, las cuales incorporaron elementos de una
práctica espiritual no budista, conocida como "Tantra". El Tantra
utilizaba profusamente los mantras para comunicarse con los dioses e
influir en ellos y el budismo adoptó esa metodología como un medio para
entrar en contacto con las cualidades de la iluminación. El Mahâyâna había
desarrollado ya un "panteón" de figuras simbólicas con forma humana, que
representaban la diversidad del estado iluminado. Dado su estrecho
contacto con las tradiciones tántricas, era natural que estos Budas y
Bodhisattvas arquetípicos llegaran a relacionarse con ciertas sílabas y
mantras en particular.
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