Selección, C. del Tilo
Traducción, J. Lohest
Fragmentos de Lie-Tsé
Li-tsé
dijo: Cogidos por separado, el cielo y la tierra no tienen todas sus
capacidades, un sabio no tiene todos los talentos, un ser no tiene todas
las propiedades. El cielo da la vida y cubre, la tierra proporciona la
materia y lleva, el sabio enseña y enmienda, los seres tienen cada uno de
ellos sus propias cualidades limitadas. El cielo y la tierra tienen sus
carencias respectivas que compensan recíprocamente.
*
En el
país de Tsoi, un tal Kouo era muy rico. En el país de Song, un tal Hiang
era muy pobre. El pobre fue a preguntar al rico cómo había procedido para
enriquecerse.- Robando, le contestó aquel.- Cuando empecé a robar, al cabo
de un año tuve lo necesario, a los dos años tuve la abundancia, a los
tres, la opulencia y así me convertí en un gran notable.
Aunque
Hiang se confundió respecto al término robar, no pidió más explicaciones.
Colmado de alegría, se despidió de él y se puso inmediatamente manos a la
obra. Saltando tapias o atravesándolas, se apoderaba de todo cuanto podía.
Prestamente arrestado, tuvo que devolverlo todo e incluso perdió lo poco
que poseía anteriormente, demasiado feliz por haberse salido de forma tan
leve del asunto. Convencido de que Kouo le había engañado, le fue a pedir
cuentas.
-¿Cómo
te las arreglaste? preguntó Kouo, asombrado.
Cuando
Hiang le hubo contado sus maneras... -¡Ah, dijo Kouo, no es con este tipo
de robo que me he enriquecido! Yo, según el tiempo y las circunstancias,
he robado las riquezas del cielo y la tierra, de la lluvia, de los montes
y valles. Me apoderé de aquello que había hecho crecer y madurar los
animales salvajes de las praderas, los peces y las tortugas acuáticas.
Todo cuanto tengo, lo robé a la naturaleza, pero antes de que fuera de
alguien; sin embargo, tú robaste lo que el cielo ya había dado a otros
hombres.
Hiang se
marchó descontento, convencido que Kouo seguía engañándole. Se encontró
con el Maestro del barrio del este y le contó su caso. -¡Pues claro!-, le
contestó éste; toda apropiación es un robo. Pues si el ser, la vida, es el
robo de una parcela de la armonía del ying y del yang, con
más razón, cualquier apropiación de un ser material es un robo a la
naturaleza. Pero hay que distinguir entre robo y robo. Robar a la
naturaleza es el robo común que todos cometen y que no es castigado. Robar
a alguien es el robo particular que los ladrones cometen y que es
castigado. Todos los hombres viven de robar el cielo y la tierra y no por
ello son ladrones.
*
Seguido
por una cuarentena de discípulos, Li-Tsé fue a casa de Nan-kouo-tsé. Este
estaba tan perdido en la abstracción que fue imposible entablar cualquier
conversación. Echó sobre Li-Tsé una mirada vaga sin dirigirle ninguna
palabra, luego, dirigiéndose a los últimos discípulos, les dijo: -Celebro
que busquéis la verdad con coraje... No dijo más.
Los
discípulos regresaron muy sorprendidos. Li-Tsé les dijo: ¿De qué estáis
sorprendidos? Aquel que ha obtenido lo que pedía, ya no habla. Lo mismo
ocurre con el sabio que calla una vez ha encontrado la verdad. El silencio
de Nan-kouo-tsé es más significativo que cualquier palabra. Su aspecto
apático encubre la perfección de la ciencia. Este hombre no habla ni
piensa porque lo sabe todo. ¿De qué os extrañáis?
LIE-TSE
CABALGAR SOBRE EL VIENTO, FLOTAR CON LAS NUBES.
Lie Tse consideraba maestro al inmortal Anciano Shang y
amigo al sabio Pai-kao-tse. Tras acabar su formación, regreso a su hogar
montado en el viento y flotando sobre las nubes.
Un hombre llamado Yin-sheng se enteró de la hazaña de Lie
Tse y quiso aprender su capacidad de cabalgar sobre el viento. Así pues,
acudió a Lie Tse y le pidió que le dejase ser discípulo suyo. Tan
determinado estaba Yin-sheng a aprender esta habilidad que se quedó en la
casa de Lie Tse asediando al maestro con preguntas. Esta situación
continuó durante varios meses, pero Lie Tse se limitaba a ignorarlo.
Yin-sheng empezó a impacientarse y, después, a enojarse
porque LieTse no le enseñaba. Un día se marchó completamente enfadado.
Cuando Yin-sheng llegó a su casa, se calmó y se dio cuenta de lo estúpido
e impulsivo que había sido, así que acudió a Lie Tse y le pidió que le
permitiese de nuevo ser discípulo suyo. Lie Tse se limitó a decir: “¿por
qué viniste, te fuiste y a continuación regresaste?”
Yin-sheng respondió: “Cuando vine por primera vez a que me
enseñases, me ignoraste. Así que me aburrí y me fui. A continuación, me di
cuenta de que había sido demasiado impaciente y temerario, y por ello
volví y te pedí que me aceptases de nuevo como discípulo”.
Lie Tse contestó: “Pensé que eras inteligente, pero ahora
veo que eres muy tonto. Escucha por dónde tuve yo que pasar cuando aprendí
de mis maestros.”
Lie Tse le contó a continuación:
“Cuando pedí al Anciano Shang que fuera mi maestro y a Pai-kao-tse
que fuera mi amigo, decidí esforzarme para disciplinar mi cuerpo y mi
mente. Después de tres años, temía poseer todavía conceptos sobre lo
correcto y lo equivocado, y no me atrevía a pronunciar palabras que
pudieran ofender o agradar. Fue sólo entonces cuando mi maestro me miró y
reconoció mi presencia. Cinco años después, yo pensaba libremente sobre lo
correcto y lo equivocado y hablaba con libertad sobre la aprobación y la
desaprobación. Mi maestro me sonrió. Siete años después, mis pensamientos
me llegaban de forma natural sin ningún concepto sobre lo correcto y lo
equivocado, y las palabras acudían de forma natural sin ninguna intención
de agradar u ofender. Por primera vez, mi maestro me invitó a sentarme a
su lado. Nueve años después, en cualquier cosa que venía a mi mente o
salía de mi boca, no había nada correcto ni equivocado, que agradase u
ofendiese. Ni siquiera mantenía la idea de que el Anciano Shang era mi
maestro y Pai-kao-tse era mi amigo.
“Fue entonces cuando me di cuenta que no existía ninguna
barrera entre lo que había dentro y lo que había fuera. Mi cuerpo se
iluminó con una brillante luz. Oía con mis ojos y veía con mis oídos.
Utilizaba mi nariz como boca y mi boca como nariz. Viví el mundo con la
totalidad de mis sentidos cuando mi espíritu se unió y mi forma se
disolvió. No había ninguna distinción entre músculos y huesos. Mi cuerpo
dejo de ser pesado y me sentí como una hoja flotante. Sin saberlo, estaba
siendo transportado por el viento. A la deriva de un lado para otro, no
sabía si yo cabalgaba sobre el viento o el viento cabalgaba sobre mí.”
A continuación miró a Yin-sheng y dijo: “Tú has estado aquí
menos de una hora y ya estabas insatisfecho de no haber sido
enseñado. Observa tu condición. Las partes de tu cuerpo no cooperan; los
vapores del cielo y de la tierra no entran en tu cuerpo; tus
articulaciones y huesos son tan pesados que ni siquiera puedes moverte. ¿Y
tú quieres aprender cómo cabalgar sobre el viento?”
Cuando Yin-sheng oyó estas palabras, quedó avergonzado y no
preguntó de nuevo cómo cabalgar sobre el viento. |