Aquel que desea
penetrar el Estado de Paz (Nibbana)
y persigue su
propio bienestar
debería ser
capaz, recto, muy recto, obediente,
apacible y
sin vanidad.
Debería estar
satisfecho, ser fácil de
mantener,
tener pocas actividades y pocas
posesiones,
controlado en sus sentidos,
prudente, sin
desvergüenza y sin apego a familias.
No debería
cometer la más mínima falta
que podría
ser objeto de censura por parte de los
sabios. Que
todos los seres estén felices y seguros.
Que estén
felices en sus corazones.
Que todos los
seres que existen, débiles o
fuertes,
largos o grandes, medianos o bajos,
pequeños o
gruesos, conocidos o desconocidos,
cercanos o
lejanos, nacidos o por nacer, que todos los
seres sin
excepción estén felices.
Que nadie
engañe ni desprecie al otro
en ningún
lugar; que no desee el sufrimiento
del otro con
provocación o enemistad.
Así como una
madre protege a propio hijo,
su único
hijo, a costa de su propia vida,
de la misma
forma uno debería cultivar un
corazón sin
límites hacia todos los seres.
Que sus
pensamientos de amor llenen todo
el mundo,
arriba, abajo y a lo largo; sin diferencias,
sin malicia,
sin odio.
Parado,
caminando, sentado o acostado,
mientras
despierto uno debería cultivar esta
meditación de
amor. Ésta, ellos dicen, es la
mejor
conducta en este mundo.
Sin caer en
opiniones erróneas,
virtuoso y
dotado de visión,
uno elimina
el apego a los sentidos y
realmente no
viene de nuevo al vientre.
Texto editado y
traducido del pali por Bhikkhu Nandisena. Edición del Sexto Concilio
Budista. Referencia canónica: Khuddaka Nikaya, 10-12; Sutta Nipata,
300-1. Este material puede ser reproducido para uso personal, puede ser
distribuido sólo en forma gratuita. ©CMBT 1999. Revisión, 13 de marzo de
2000. Fondo Dhamma Dana |