Todos
buscamos la paz y la armonía,
porque carecemos
de ellas. De vez en cuando todos experimentamos agitación, irritación,
falta de armonía, sufrimiento; y cuando padecemos la agitación, no
guardamos esta miseria limitada en nosotros, sino que continuamente la
distribuimos a los demás. Una persona desdichada impregna el ambiente que
le rodea de agitación, y quienes estén cerca de ella también se alteran,
se irritan. Ciertamente, ésta no es la manera adecuada de vivir.
Tenemos que
vivir en paz con nosotros mismos y en paz con los demás porque, en
definitiva, los seres humanos somos seres sociales que vivimos dentro de
una sociedad interrelacionada. ¿Pero como vivir en la paz y armonía
internas, y mantenerlas para que los demás puedan también vivir en paz y
armonía?
Para poder
librarnos de nuestra agitación, tenemos que conocer la razón básica de la
misma, la causa del sufrimiento. Al investigar este problema, nos damos
cuenta que nos sentimos agitados en cuanto generamos negatividades o
contaminaciones en la mente. La negatividad, la contaminación o la
impureza mental, no pueden coexistir con la paz y la armonía.
¿Cómo empezamos
a generar negatividades? También ahora nos damos cuenta, al investigar, de
que nos sentimos desdichados cuando estamos con alguien que se comporta de
una manera que no nos gusta o cuando sucede algo que nos desagrada. Cuando
ocurre algo que no deseamos, surge tensión en nuestro interior y también
surge cuando no ocurre o existen obstáculos para que se cumpla algo que
deseamos, y con todo ello empezamos a atar nudos en nuestro interior. Y
como durante toda la vida van a suceder cosas que no queremos y las
queridas puede que sucedan o puede que no sucedan, no cesamos en este
proceso de reacción de atar nudos - nudos gordianos - que hacen que toda
la estructura física y mental esté en tensión, llena de negatividades,
convirtiendo nuestra vida en continua desdicha.
Una manera de
resolver este problema sería arreglárnoslas para que en nuestra vida no
ocurra nada no deseado, para que todo sea tal como deseamos. Para lograrlo
deberíamos desarrollar en nosotros mismos el poder o bien conseguir que
venga en nuestra ayuda alguien que lo tenga, para que las cosas no
deseadas no sucedan y solo sucedan las cosas deseadas. Pero eso es
imposible. No existe nadie en el mundo que pueda satisfacer todos sus
deseos, en cuya vida todo transcurra como quiere, sin que pase algo no
deseado. Constantemente ocurren cosas que van en contra de nuestros deseos
y querencias, de ahí la pregunta oportuna: ¿Cómo podemos dejar de
reaccionar ciegamente cuando debamos enfrentarnos a situaciones que no nos
gustan? ¿Cómo podemos dejar de generar tensión y permanecer llenos de paz
y de armonía?
Tanto en la
India como en otros países hubo personas santas y sabias que estudiaron
este problema - el problema del sufrimiento humano -, y encontraron una
solución: cuando ocurre algo no deseado y empezamos a reaccionar con ira,
miedo o cualquier negatividad, hay que dirigir lo antes posible la
atención a cualquier otra cosa, por ejemplo te levantas, coges un vaso de
agua y empiezas a beber; de esta manera la ira no solo no se multiplicará
sino que empezara a disminuir: O empiezas a contar: uno, dos, tres,
cuatro... O repites una palabra, o una frase, o un mantra, o quizá el
nombre de una persona santa hacia la que sientas devoción. Así desviamos
la mente y hasta cierto punto nos liberamos de la negatividad, de la ira.
Esta solución
era útil, funcionaba y aun funciona; practicándola, la mente se siente
libre de agitación. No obstante solo funciona en el nivel de la mente
consciente porque lo que de hecho hacemos al desviar la atención es
empujar la negatividad a lo más profundo del inconsciente donde sigues
generándola y multiplicándola. Hay paz y armonía en la superficie, pero en
las profundidades de la mente hay un volcán dormido de negatividad
reprimida que antes o después entrará en erupción con una gran explosión.
Hubo otros
exploradores de la verdad interna que llegaron algo más allá en su
búsqueda, y que tras experimentar en su interior la realidad de la mente y
de la materia se dieron cuenta de que desviar la atención es solo huir del
problema. Escapar no es una solución, hay que enfrentarse al problema;
cuando surja una negatividad en la mente, obsérvala, hazle frente y tan
pronto como empieces a observar la contaminación mental, empezará a perder
fuerza y poco a poco se irá marchitando y podrá ser arrancada de raíz.
Es una buena
solución que evita los dos extremos: represión y dar rienda suelta.
Enterrar la negatividad en el inconsciente no la erradicará y permitirle
manifestarse con un acto físico o verbal dañino solo creará más problemas.
Pero si te limitas a observarla, la contaminación desaparece y habrás
erradicado esa negatividad, estarás libre de esa contaminación.
Esto suena muy
bien, pero ¿es practicable en la realidad? ¿Resulta fácil para una persona
corriente enfrentarse a las contaminaciones? Cuando surge la ira, nos coge
tan de sorpresa que ni siquiera nos damos cuenta de ello. Arrastrados por
la ira cometemos actos físicos o mentales que nos dañan a nosotros y a los
demás. Poco después, al desaparecer la ira, empezamos a llorar y a
arrepentirnos, pidiendo perdón a los demás o pidiendo perdón a Dios: "Oh,
he hecho un error, perdóname". Pero la próxima vez que nos encontremos en
una situación semejante volveremos a reaccionar igual. Este
arrepentimiento no nos habrá servido para nada.
La dificultad
estriba en que no somos conscientes del momento en el que comienza esta
contaminación. Empieza en las profundidades de la mente inconsciente y
cuando llega al consciente ha tomado tal fuerza que nos arrastra y no
podemos observarla. Supongamos por un momento que empleo un secretario
privado para que me avise cuando surja la ira diciéndome: "Mire, va a
aparecer la ira". Pero como no sé cuando va a surgir la ira tengo que
emplear tres secretarios haciendo tres turnos que cubran las veinticuatro
horas del día. Supongamos que puedo mantener ese gasto y aparece la ira.
Inmediatamente mi secretario diría: "Mire, la ira ha comenzado". Lo
primero que haría sería darle una mala contestación: "¿Eres tonto, crees
que te pago para que me lleves la contraria?". La ira me arrastraría de
tal forma que un buen consejo no podría ayudarme.
Supongamos que
prevalezca la sabiduría y que no le regaño sino que le digo: "Muchas
gracias, ahora debo sentarme y observar mi ira". Pero, ¿acaso es eso
posible? Nada más cerrar los ojos para observar la ira, y el objeto de mi
ira, ya sea una persona o un incidente, surge de inmediato en mi mente y
ya no observo la propia ira sino meramente el estímulo externo de aquella
emoción, lo cual, sólo conducirá a la multiplicación de la ira y por
tanto, no es una solución. Es muy difícil observar una negatividad
abstracta, una emoción abstracta divorciada del objeto exterior que la
originó.
Sin embargo,
hubo alguien que habiendo llegado a la verdad última encontró una solución
auténtica. Descubrió que al surgir una contaminación en la mente ocurren
dos cosas simultáneamente al nivel físico: la respiración pierde su ritmo
normal, - es fácil observar que respiramos más fuerte cuando surge una
negatividad - y en niveles más sutiles se inicia en el cuerpo una reacción
bioquímica que da lugar a una sensación. Todas las contaminaciones generan
algún tipo de sensación en el cuerpo.
Esto nos ofrece
una solución practica: una persona corriente no puede observar las
contaminaciones abstractas: miedo, ira o pasión, pero con un
adiestramiento adecuado y practicando es fácil observar la respiración y
las sensaciones del cuerpo, y ambas están relacionas directamente con las
contaminaciones mentales.
La respiración y
las sensaciones ayudan de dos formas: primero se comportaran como
secretarios privados y en cuanto surja una impureza la respiración dejará
de ser normal y empezara a gritarnos: "¡Algo va mal!". Y como no podemos
regañar a la respiración tenemos que aceptar el aviso. De igual forma
también las sensaciones nos dirán que algo va mal. Tras habernos avisado
podemos empezar a observar la respiración, a observar las sensaciones y
nos daremos cuenta de que la impureza desaparece enseguida.
Este fenómeno
físico - mental es como una moneda, en una cara están los pensamientos y
las emociones que surgen en la mente y en la otra: la respiración y las
sensaciones del cuerpo. Todos los pensamientos y emociones, todas las
impurezas mentales que surgen se manifiestan en la respiración y en las
sensaciones de ese momento. Por eso, al observar las sensaciones o la
respiración estamos observando, de hecho, las contaminaciones mentales. En
vez de huir del problema nos enfrentamos a la realidad tal y como es, las
negatividades ya no nos arrastrarán como hicieron en el pasado y si
perseveramos terminarán por desaparecer y permaneceremos felices y en paz.
De esta forma la
técnica de la auto-observación nos muestra los dos aspectos de la
realidad: el interno y el externo. Antes sólo mirábamos al exterior
perdiendo la verdad interna; buscábamos en el exterior la causa de nuestra
desgracia culpado siempre a algo o a alguien e intentábamos cambiar la
realidad externa. Al ignorar la realidad interna, no comprendíamos que la
causa del sufrimiento se encuentra en nuestro interior, en nuestras
reacciones ciegas hacia las sensaciones agradables o desagradables.
Ahora, al
adiestrarnos, podemos ver la otra cara de la moneda, podemos ser
conscientes de nuestra respiración y también de lo que ocurre en nuestro
interior. Sea lo que sea, respiración o sensación, aprendemos a observar
sin desequilibrar la mente. Dejamos de reaccionar y de multiplicar nuestra
desdicha y permitimos que las contaminaciones se manifiesten y
desaparezcan.
Las
negatividades se disuelven más deprisa cuanto más se practica esta
técnica. Poco a poco la mente se libera de las contaminaciones y se hace
pura. Una mente pura está siempre llena de amor, amor desinteresado hacia
los demás, llena de compasión hacia el sufrimiento y las faltas ajenas,
llena de alegría al ver los triunfos y la felicidad de otros, llena de
ecuanimidad en cualquier situación.
Al llegar a este
estado nuestra conducta habitual cambia, ya no es posible cometer actos
físicos o verbales que puedan perturbar la paz y la felicidad ajenas. Una
mente equilibrada esta llena de paz e impregna el ambiente que la rodea de
paz y de armonía que también afectan a los demás ayudándoles.
Al aprender a
mantenernos equilibrados haciendo frente a lo que experimentamos en
nuestro interior, desarrollamos también el desapego hacia todo lo que nos
deparen las situaciones externas. Pero este desapego no es escapismo o
indiferencia hacia los problemas del mundo. Quienes practican Vipassana
con regularidad se sensibilizan más a los sufrimientos de los demás, y
hacen cuanto pueden para aliviar el sufrimiento en la forma que puedan,
sin agitación, con la mente llena de amor, compasión y ecuanimidad.
Aprenden la santa indiferencia, aprenden a entregarse por completo, a
ocuparse totalmente de ayudar a los demás, manteniendo simultáneamente el
equilibrio mental. Así permanecen llenos de paz y de felicidad mientras
trabajan por la paz y la felicidad de los demás.
Esto es lo que
el Buda enseñó: un arte de vivir. No fundó una religión, un "ismo", ni
enseñó ritos o rituales ni ninguna fórmula vacía a quienes se acercaban a
él, sino que les enseñó a observar la naturaleza tal y como es, observando
la realidad interna. Debido a nuestra ignorancia reaccionamos
constantemente de manera que nos dañamos o dañamos a los demás, pero
cuando surge la sabiduría, - la sabiduría de observar la realidad tal y
como es -, desaparece el hábito de reaccionar y cuando dejamos de
reaccionar a ciegas somos capaces de realizar actos verdaderos, actos que
emanan de una mente equilibrada, de una mente que ve y comprende la
verdad. Un acto así, sólo puede ser positivo, creativo, capaz de ayudarnos
a nosotros y a lo demás.
Por eso es
necesario "conocerse a sí mismo", consejo que dan todos los sabios.
Conocerse no sólo intelectualmente en el nivel de ideas y teorías, no sólo
emocional o devocionalmente aceptando a ciegas lo que hemos visto u oído,
tal conocimiento no es suficiente, mas bien debemos conocer la realidad a
través de la experiencia. Debemos experimentar directamente la realidad de
este fenómeno físico - mental, pues es lo único que nos ayudará a
liberarnos de las contaminaciones, a liberarnos del sufrimiento.
Se llama
meditación Vipassana a esta experiencia directa de nuestra realidad, a
esta técnica de auto -observación. En el idioma que se utilizaba en la
India en la época del Buda "passana" significaba ver las cosas en la forma
corriente, con los ojos abiertos; pero "vipassana" es observar las cosas
tal y como son, no como parecen ser. Hay que penetrar a través de la
verdad aparente hasta llegar a la verdad última de la estructura mental y
física. Al experimentar esta verdad aprendemos a dejar de reaccionar
ciegamente, a dejar de generar contaminaciones, y de forma natural las
contaminaciones antiguas van erradicándose poco a poco. Así nos liberamos
de la desdicha y experimentamos la felicidad auténtica.
En un Curso de
meditación Vipassana
se
dan tres pasos. El primer paso es abstenerse de cualquier acto físico o
verbal que pueda perturbar la paz y la armonía de los demás. No podemos
liberarnos de nuestras contaminaciones mentales si continuamos realizando
actos de obra o de palabra que están multiplicando estas contaminaciones.
Por eso el primer paso de esta práctica es un código moral. Nos
comprometemos a no matar, no robar, no tener una conducta sexual
inadecuada, no mentir y no tomar intoxicantes. Al abstenerse de estos
actos permitimos a la mente que se serene lo suficiente como para poder
continuar.
El
segundo paso es aprender a controlar nuestra mente salvaje adiestrándola
para que se concentre en un único objeto: la respiración. Intentamos
mantener la atención en la respiración el mayor tiempo posible. Este no es
un ejercicio de respiración porque no intentamos regularla, sino que la
observamos tal y como es, de forma natural, tal y como entra, tal y como
sale. De esta forma aumentamos la serenidad de la mente para que no se
deje arrastrar por negatividades intensas y al mismo tiempo vamos
concentrándola y haciéndola más afilada, más penetrante, más capaz de
trabajar internamente.
Estos dos primeros pasos, vivir con moralidad y controlar la mente son muy
necesarios y beneficiosos en sí mismos pero conducen a la represión a
menos que demos un tercer paso que consiste en purificar la mente de las
contaminaciones, desarrollando la visión cabal de nuestra propia
naturaleza. Esto es Vipassana, la experimentación de nuestra propia
realidad, observando en nosotros mismos de forma sistemática y
desapasionada este fenómeno de mente y materia en constante cambio que se
manifiesta en sensaciones. Esta es la culminación de la enseñanza del
Buda: la auto - purificación a través de la auto - observación, algo que
puede ser practicado por todos y cada uno de nosotros. Todos nos
enfrentamos al problema del sufrimiento, es una enfermedad universal que
requiere un remedio universal, no un remedio sectario. Cuando sentimos ira
no es una ira budista, una ira hinduista, o una ira cristiana. La ira es
ira. Cuando a resultas de esta ira nos sentimos agitados, la agitación no
es una agitación cristiana, judía o musulmana. La enfermedad es universal
y el remedio debe ser universal.
La
Vipassana es este remedio. Nadie puede objetar a un código de vida que
respeta la paz y la armonía de los demás. Nadie puede objetar el
desarrollo del control sobre la mente. Nadie puede objetar al desarrollo
de la visión cabal de nuestra propia naturaleza para posibilitar la
liberación de la mente de sus negatividades. La Vipassana es un sendero
universal.
Observar la realidad tal y como es, observando la verdad interior, uno se
conoce a sí mismo directamente a través de la experiencia. Con la práctica
nos liberamos de la desdicha que acarrean las contaminaciones. Partiendo
de la verdad externa, burda y aparente, penetramos en la verdad última de
la mente y la materia. Esto también termina por trascenderse y se
experimenta una verdad que esta más allá de la mente y la materia; más
allá del tiempo y del espacio, más allá del campo condicional de la
relatividad: la verdad de la liberación total de todas las
contaminaciones, de todas las impurezas, de todo el sufrimiento. No
importa el nombre que se de a esta verdad última, es la meta final de
todos nosotros.
¡Ojalá que experimentes esta verdad última! ¡Ojalá que todos se liberen de
las contaminaciones y de la desdicha! ¡Ojalá que todos gocen de una paz
autentica, una paz real, una armonía real!
PUEDAN TODOS LOS SERES SER FELICES
El
texto esta basado en una charla dada por el señor. S. N. Goenka in Berna,
Suiza |