Introducción
A
requerimiento del Honorable U Nu, Primer Ministro, y Thado Thiri Thudhamma
Sir U Thwin, Presidente de la Buddha Sasananuggaha Association, el
Venerable Mahasi Sayadaw, Bhadanta Sobhana Mahathera, vino de Shwebo a
Rangoon el 10 de noviembre de 1949. El Centro de Meditación en Thathana
Yeiktha, Hermitage Road, Rangoon, fue formalmente abierto el 4 de
Diciembre de 1949, cuando el Mahasi Sayadaw comenzó a impartir sus
enseñanzas sobre el sistema de Satipatthana Vipassana a quince de sus
adeptos.
Desde el primer día de la apertura del Centro se impartió una exposición
sobre el Satipatthana Vipassana, su propósito, el método y los beneficios
que de él se derivan a cada grupo de practicantes. Estos iban llegando
casi todos los días con la intención de someterse al curso de
entrenamiento intensivo. El discurso dura normalmente una hora y media y
esta tarea causa inevitablemente un esfuerzo y un desgaste.
Afortunadamente, the Buddha Sasananuggaha Association quiso aliviar esta
situación donando una grabadora y así el discurso que se pronunció el 27
de Julio de 1951 a un grupo de quince estudiantes pudo ser grabado. A
partir de aquí este discurso ha sido constantemente utilizado, precedido
por unos comentarios hechos por el Mahasi Sayadaw.
Después de esto y debido a la gran demanda del Mahasi Satipatthana
Vipassana por parte de numerosos centros de meditación de distintas
ramas, así como parte de otras personas, este discurso fue publicado en
forma de libro en 1954. El libro lleva ya seis ediciones. Debido también
al interés por él suscitado entre adeptos de otras nacionalidades que no
hablan birmano, el discurso ha sido traducido al inglés (y posteriormente
al español).
U
Pe Thin (traductor) Mahasi Yogi Diciembre, 1957
Satipatthana Vipassana
Namo Buddhassa
Honor al Completamente Iluminado.
Al
encontrarnos con la Enseñanza de Buda es esencial comenzar a cultivar las
virtudes de la conducta moral (sila), concentración (samadhi)
y sabiduría (pañña). Sin lugar a dudas, todos deberíamos poseer
esas tres virtudes.
Para los laicos lo mínimo exigible en términos de conducta moral es la
observación de los Cinco Preceptos. Para los monjes sería la Patimokkha,
el código de disciplina monástica. Así, cualquiera que lleve una recta
conducta moral renacerá en un reino feliz de existencia, como ser humano o
como un deva (dios).
Sin embargo, esta forma ordinaria de moralidad mundana (lokiya-sila)
no puede salvarnos de recaer en los más bajos estados de existencias
miserables, como el infierno, el mundo animal o el mundo de los fantasmas
(petas).
Por consiguiente, sería deseable cultivar las más altas formas de
moralidad supramundana (lokuttara-sila). Cuando la persona ha
conseguido completamente la virtud procedente de esta moralidad, estará a
salvo de caer en esos pobres estados de existencia y siempre llevará una
vida feliz, renaciendo como un ser humano o como un deva.
Existen muchas posibilidades de éxito para aquellos que se esfuercen
sinceramente y con entrega. Sería una pena que algunos fracasaran en
aprovechar esta gran oportunidad que se les ofrece de ser dotados de altas
cualidades. Tales personas serían indudablemente víctimas de su mal Karma,
el cual los llevaría a los estados más bajos de la existencia en el
infierno, el reino animal o las esferas de los petas donde el periodo de
vida alcanza muchos cientos, miles o incluso, millones de años.
Por estas razones se enfatiza aquí en el hecho de que la Enseñanza del
Buda es la única oportunidad para recorrer el camino de la moral (magga-sila)
y llevarla a buen término (phala-sila).
Sin embargo, no es aconsejable trabajar solamente en la conducta moral. Es
así mismo necesario practicar samadhi o concentración. Samadhi
es un estado mental tranquilo y concentrado. La mente ordinaria,
indisciplinada está acostumbrada a vagabundear de aquí para allá. No se
puede mantener bajo control, sino que sigue cualquier idea, pensamiento o
imaginación. Para evitar este vagabundeo, a la mente se le hace prestar
atención al objeto de concentración seleccionado las veces que sea
necesario. Con la práctica, la mente gradualmente abandona sus
distracciones y permanece fija en el objeto al que está dirigida. Esto es
Samadhi.
Existen dos clases de concentración: mundana o simple (lokiyasamadhi)
y supramundana (lokuttara-samadhi). De estas dos, la primera
consiste en las absorciones mundanas, tales como las cuatro rupa-jhànas—las
absorciones pertenecientes al mundo de la forma -- y las cuatro arupa-jhànas
— las absorciones pertenecientes al mundo de la no-forma. Estas se
pueden obtener por medio de la práctica de la meditación de la
tranquilidad (samatha-bhavana) con métodos como la atención en la
respiración, el amor compasivo (metta), la meditación Kasina,
etc.,. Por virtud de esos logros no renacerá en el plano de los Brahmas.
La duración de la vida de un brahma es muy grande y dura uno, dos, cuatro
u ocho ciclos del universo, puede llegar hasta un límite de 84.000 ciclos.
Pero al final de este periodo el brahma morirá y renacerá como ser humano
o como un deva.
Si
se lleva siempre una vida virtuosa, se puede alcanzar la felicidad en una
existencia superior, pero como no estamos liberados de las corrupciones
del apego, el odio y la ilusión, podemos cometer acciones demeritorias.
Entonces seremos víctimas de nuestro propio mal karma y renaceremos en el
infierno o en algún otro de los estados más bajos de existencia.
Así pues la concentración mundana (o simple) no nos ofrece una seguridad
definitiva. Hay que trabajar por la concentración supramundana, la
concentración del sendero (magga) y el fruto (phala). Para
adquirir esta concentración es esencial cultivar la sabiduría (pañña).
Existen dos formas de sabiduría: mundana y supramundana. Actualmente el
conocimiento en materias como la literatura, el arte, la ciencia y otras
materias se considera como un tipo de sabiduría, pero este tipo de
sabiduría no tiene nada que ver con ninguna clase de desarrollo mental (bhavana),
ni puede ser visto como meritorio puesto que muchas armas de destrucción
se han inventado gracias a este tipo de conocimientos, los cuales se
encuentran siempre bajo la influencia del apego, el odio y otras
motivaciones malignas.
El
verdadero espíritu de la sabiduría mundana es siempre meritorio. Es el
conocimiento que se utiliza para fomentar el bienestar y la ayuda a los
demás, nunca causa daño y a través de él se aprende a interpretar el
verdadero sentido de las escrituras y las tres clases de conocimiento para
la comprensión (vipassana-bhavana); como el conocimiento que
proviene del aprendizaje (sutamaya-pañña), el conocimiento que
proviene de la reflexión (cintamaya-pañña), y el conocimiento que
se obtiene del progreso en la meditación (bhavanamaya-pañña). La
virtud de la posesión de la sabiduría mundana conducirá a una vida feliz
en mejores estados de existencia, pero no podrá evitar el riesgo de
renacer en el infierno o en otros estados de existencia miserable.
Solamente el desarrollo de la sabiduría supramundana (lokuttara-pañña)
puede, sin lugar a dudas, suprimir este riesgo.
La
sabiduría supramundana es la sabiduría del sendero y el fruto. Para
desarrollar esta sabiduría es necesario perseverar en la práctica de la
meditación comprensiva (vipassana-bhavana) ayudados por las tres
disciplinas: moralidad, concentración y sabiduría. Cuando la virtud de la
sabiduría es de este modo desarrollada, las otras cualidades de moralidad
y concentración serán igualmente conseguidas.
El desarrollo de la Sabiduría.
El
método para desarrollar esta sabiduría consiste en observar la materia (rupa)
y la mente (nama)—los dos únicos elementos existentes en un ser
vivo—con la perspectiva para conocerlos en su verdadera naturaleza. Hoy en
día, los experimentos que se llevan a cabo para una observación analítica
de la materia se realizan en laboratorios con la ayuda de distintos tipos
de instrumentos; si bien estos métodos no sirven para la mente. El método
del Buda no requiere ningún tipo de instrumento ni de ayuda exterior.
Puede manejar con éxito la materia y la mente. Utiliza la propia mente con
un propósito analítico simplemente fijando la atención en las actividades
de la mente (y también de lo material) a medida que van sucediendo en
nuestro interior. Por medio de la repetición continuada de este ejercicio
ganaremos la concentración necesaria, y cuando esta concentración sea
suficiente, el incesante ocurrir y desaparecer de lo material y de la
mente será perceptible.
El
ser vivo está constituido únicamente de dos componentes bien
diferenciados: el material y el mental. La sólida sustancia del cuerpo tal
como la conocemos pertenece al grupo de lo material. Según la común
enumeración de los fenómenos materiales, existen veintiocho subdivisiones
en este grupo, pero nosotros lo percibimos como un conjunto de materia. Es
igual que una muñeca, por ejemplo, hecha de arcilla o de trigo, compuesta
solamente por un conjunto de partículas de arcilla o harina. La materia se
transforma (ruppati) bajo la influencia de determinadas condiciones
físicas, como el calor, el frío, etc., Y es este estado cambiante de las
cosas (rupa en Pali) el que impide que tengamos la facultad de
poder conocer un objeto. En el Abhidhamma, los elementos de mente y
materia se dividen en “estados con objeto” (sarammana-dhamma) y
“estados sin objeto” (anarammanadhamma) respectivamente. El
elemento mente posee un objeto, mantiene un objeto, conoce un objeto,
mientras que el elemento materia no posee un objeto, no mantiene un objeto
y no conoce un objeto. Así podemos ver que el Abhidhamma establece que la
materia no tiene la facultad de conocer un objeto. Un yoghi también
percibe de la misma manera que “la materia no posee la facultad de
conocer.”
Las vigas y los pilares, los ladrillos, las piedras y los trozos de tierra
no son sino una masa de materia. No tienen la facultad del conocimiento.
Lo mismo sucede con la materia de la que está constituido un ser vivo—no
puede conocer—la materia que compone un cadáver es la misma que la de un
cuerpo vivo—no tiene la facultad de conocer. La gente, sin embargo, cree
que la materia de un cuerpo vivo posee la virtud de conocer un objeto y
que pierde esta facultad con la muerte. Esto no es así. La materia no
puede conocer un objeto ni en un cuerpo vivo ni en uno muerto.
¿Qué es lo que conoce objetos entonces? Es la mente, que existe en
interdependencia con la materia. En Pali se denomina nama porque
tiende hacia el objeto. La mente se llama también pensamiento o
conciencia. La mente surge dependiendo de la materia: dependiendo del ojo,
surge la conciencia visual; dependiendo del oído, surge la conciencia de
oír; dependiendo de la nariz, surge la conciencia del olfato; dependiendo
de la lengua, surge la conciencia del gusto; dependiendo del cuerpo, surge
la conciencia corporal, el sentido del tacto. Hay muchas clases de sentido
del tacto, pueden ser buenas o malas.
Mientras el tacto tiene un amplio campo por todo el cuerpo, interior y
exterior, los sentidos de la vista, oído, olfato y gusto aparecen en sus
esferas específicas -- el ojo, el oído, la nariz y la lengua-- cada uno de
los cuales ocupa un reducido y limitado espacio en el cuerpo. Estos
sentidos no son sino los elementos de la mente. Así mismo surge la
conciencia de la mente— pensamientos, ideas, imágenes, etc.,-- dependiendo
de la mente básica. Estos son también elementos de la mente. La mente
conoce un objeto mientras la materia no puede conocer un objeto.
Ver
La
gente generalmente cree que en el caso de la vista, es el ojo el que
realmente ve. Piensan que la vista y el ojo son uno y la misma cosa.
También creen:”La vista soy yo”, “yo veo cosas”, “el ojo, la vista y yo
somos uno y la misma persona”. En realidad esto no es así. El ojo es una
cosa y ver es otra, y no existe una entidad aislada como “yo” o “ego”.
Existe solamente la realidad de ver, que surge dependiendo del ojo.
Por poner un ejemplo, es el caso de una persona que está sentada en una
casa. La casa y la persona son dos cosas distintas: la casa no es la
persona y la persona no es la casa. De la misma forma, es lo mismo en el
caso de la vista. El ojo y el hecho de ver son dos cosas separadas: el ojo
no es la vista ni la vista es el ojo.
Otro ejemplo, es el caso de una persona que está en una habitación, abre
una ventana y ve muchas cosas. Si se le preguntara: “¿Quién está viendo?
¿es la ventana o la persona la que ve?, la respuesta es, “La ventana no
posee la facultad de ver, solamente es la persona quien puede ver.” Si se
le pregunta de nuevo, “¿Puede la persona ver las cosas en el exterior sin
la ventana?”, la respuesta será, “No es posible ver las cosas a través de
la pared sin una ventana. Sólo se puede ver a través de la ventana.” Así
en el caso de la vista, existen dos realidades diferentes, el ojo y la
vista. El ojo no es ver, y ver no es el ojo pero no se puede dar el acto
de ver sin el ojo. La vista surge dependiendo del ojo.
Así se hace evidente que en el cuerpo existen únicamente dos elementos
bien diferenciados, uno material (el ojo) y otro mental (ver) mientras la
visión tiene lugar. Hay además un tercer elemento material—el objeto
visto—Algunas veces el objeto visual es perceptible en el cuerpo y otras
veces lo es fuera del cuerpo. Existen así tres elementos, dos de los
cuales son materiales (el ojo y el objeto visual) y uno mental (ver). El
ojo y el objeto visual, siendo materiales, no poseen la capacidad de
conocer un objeto, mientras que ver, siendo mental, puede conocer el
objeto visual y su apariencia. Es evidente que existen solamente los dos
elementos diferenciados de materia y mente en el momento de ver y el
surgimiento de este par de elementos se conoce como ver.
La
gente que no posee el entrenamiento y el conocimiento que proporciona la
meditación introspectiva es de la opinión que el hecho de ver es “yo”,
“ego”, “entidad viva” o “persona”. Piensan que “ver soy yo”, o “yo estoy
viendo,” o “yo conozco”. Esta clase de opinión se denomina sakkaya-ditthi
en Pali. Sakkaya significa el conjunto de materia (rupa)
y mente (nama) existiendo separadamente. Ditthi significa
una visión o creencia equivocada. El nombre compuesto Sakkaya-ditthi
denomina una visión o creencia inexacta en el ser en lo que respecta a
nama y rupa, los cuales existen en la realidad.
Para aclarar esto mejor, vamos a explicar un poco más la forma de
sustentar esa creencia o visión equivocada. En el momento de ver, lo que
realmente existe es el ojo, el objeto visual (ambos materia) y ver
(mente). Nama y rupa son reales pero la gente cree que este
grupo de elementos es el yo, o el ego o una entidad aislada. Consideran
que “la vista soy yo,” o “lo visto soy yo,” o “veo mi propio cuerpo.” Así
esta falsa opinión toma el simple hecho de ver el yo, lo cual se denomina
sakkaya-ditthi, la falsa opinión del ser.
Mientras uno no se libere de esta falsa opinión, no se puede escapar del
riesgo de caer en los miserables dominios de los infiernos, de los
animales o de los petas. Aunque uno lleve una vida feliz en el mundo de
los humanos o de los devas por razón de sus méritos, se puede caer en
aquellos estados miserables de existencia en cualquier momento si nuestros
propios deméritos siguen actuando. Por esta razón, el Buda señaló que es
esencial trabajar para destruir la falsa visión del ego:
“Que el monje se mantenga consciente para abandonar la opinión del yo”
(sakkaya-ditthippahañaya
sato bhikkhu paribbaje).
Así: Aunque es el deseo de todo el mundo evitar la vejez, la enfermedad y
la muerte, nadie puede evitar su inevitable llegada. Después de la muerte,
sigue el renacimiento. Renacer en un estado de existencia no depende de
nuestros deseos. No es posible evitar el renacimiento en los infiernos, el
reino animal o en el de los petas, simplemente deseando escapar de ellos.
El renacimiento tiene lugar en un estado de existencia como consecuencia
de nuestras propias acciones: no hay elección. Por estas razones, la rueda
de la muerte y los nacimientos, samsara, es terrible. Deberíamos
familiarizarnos con las miserables condiciones del samsara, y
trabajar para escapar de él, para alcanzar el Nibbana.
Si
por el momento no es posible escapar del samsara, al menos
deberíamos intentar escapar de la rueda de los renacimientos en los reinos
inferiores. En este caso es necesario trabajar por la total destrucción de
sakkaya-ditthi en nuestro interior, pues es la causa raíz del
renacimiento en los estados miserables de existencia. Sólo se puede
eliminar sakkaya-ditthi mediante el noble sendero y el fruto: las
tres virtudes supramundanas de moralidad, concentración y sabiduría. Es
imperativo trabajar por el desarrollo de estas virtudes. ¿Cómo debemos
trabajar? Por medio de la observación y la percepción saldremos de la
jurisdicción de las corrupciones (kilesa). Deberíamos practicar
percibiendo y observando constantemente cada acto de ver, oír, etc., los
cuales constituyen los procesos físicos y mentales, así hasta liberarnos
de sakkaya-ditthi, la falsa opinión del ser.
Por estas razones siempre se da aquí el consejo de adherirse a la práctica
de la meditación vipassana. Los yoghis han venido con el propósito de
practicar la meditación vipassana y así poder completar el curso de
entrenamiento y alcanzar el noble sendero en no mucho tiempo. La visión
del ser será abandonada totalmente y se conseguirá al final la seguridad
ante el peligro de renacer en los reinos infernales, animales y de los
petas.
A
este respecto, el ejercicio consiste simplemente en percibir u observar
los elementos existentes en cada acto de ver. “Ver” debería ser notado en
cada ocasión de ver. Los términos “notar”, “percibir”, “observar” o
“contemplar” definen el acto de mantener la mente fija en el objeto con la
intención de conocerlo con claridad. Cuando esto se ha llevado a cabo, y
el acto de ver se percibe como “ver, ver”, a veces se percibe el objeto
visual, a veces se siente la conciencia de ver, a veces notamos la base
visual, el lugar desde donde uno ve. Será útil el propósito si podemos
percibir cualquiera de los tres. Si no es así, aparecerá sakkayaditthi,
lo cual hace que se vea en forma de persona o perteneciente a una persona,
y como ser permanente, agradable y con entidad propia. Esto hará surgir
las corrupciones del ansia y el apego, las cuales causarán acciones, y
estas acciones, a su vez, el renacimiento en una nueva existencia. Así el
proceso de originación dependiente opera y el círculo vicioso del samsara
gira incesantemente. Para prevenir este girar del samsara desde la fuente
de la vista, es necesario percibir el “ver, ver” cada vez que veamos.
Oír, etc.
De
forma similar, en el caso de oír existen únicamente dos elementos
diferenciados, la materia y la mente. El sentido de la audición surge
dependiendo del oído. Mientras el oído (órgano) y el sonido son ambos
elementos materiales, el sentido del oído es el elemento mental. Para
conocer claramente cualquiera de estos dos elementos materiales y
mentales, en cada ocasión para oír deberíamos percibir “oír, oír”. De
igual manera “oler, oler” debería notarse en cada ocasión de oler y
“gustar, gustar” en cada ocasión en que se manifieste este sentido.
La
sensación de tacto en el cuerpo debiera notarse de igual manera. Existe
una clase de elemento material conocido como sensibilidad corporal por
todo el cuerpo, la cual recibe cada impresión táctil. Cada tipo de toque,
agradable
o
desagradable, viene en contacto con esa sensibilidad corporal, y de aquí
surge la conciencia corporal que siente o conoce el toque en cada ocasión.
En cada momento táctil hay dos elementos materiales—la sensibilidad
corporal y el objeto tangible—y un elemento mental—el conocimiento del
tacto.
Con el fin de distinguir estas cosas en cada momento del tacto, la
práctica del percibir como “tocar, tocar” tiene que ser llevada a cabo.
Esto se refiere simplemente a la forma común de la sensación táctil.
Existen formas especiales que acompañan sensaciones desagradables o
dolorosas tales como el cansancio o la rigidez en los distintos miembros,
la sensación de calor, el dolor, entumecimiento, etc. Como la sensación (vedana)
predomina en estos casos, se debería notar como “calor”, “cansancio,”
“dolor”, etc. Según sea el caso. Debemos también mencionar que ocurren
muchas sensaciones táctiles en las manos, las piernas,… cuando nos
estiramos, doblamos o movemos. Como la mente quiere movimiento,
estiramiento o flexión, las actividades materiales de moverse, estirarse o
doblarse ocurren seguidamente. (Puede que al principio no se noten estos
incidentes. Después de cierto tiempo y con la práctica sí pueden ser
percibidos. Lo mencionamos aquí como información general). Todas las
actividades en movimientos y en cambios son llevadas a cabo por la mente.
Cuando la mente quiere una flexión, surgirán una serie de movimientos
hacia el interior por parte de la mano o de la pierna. Cuando la mente
quiere estiramiento o movimiento, surgirán una serie de movimientos de acá
para allá, o hacia el exterior. Estos movimientos se desvanecen al poco de
ocurrir y también en el mismo momento de suceder, como percibiremos más
tarde.
En
cada caso de doblarse, estirarse u otras actividades, primero aparecen una
serie de intenciones, momentos mentales que inducen o causan en manos y
piernas una serie de actividades materiales tales como la tensión
muscular, la flexión, el estiramiento o el caminar. Estas actividades se
topan con otro elemento material, la sensibilidad corporal, y en cada
ocasión de contacto entre actividades materiales y sensitivas surge la
conciencia corporal, la cual siente o conoce la sensación táctil. Por
consiguiente queda claro que las actividades materiales son factores
predominantes en estos casos. Es necesario percibir los factores
predominantes. Si no es así, seguramente surgirá la falsa opinión que
considera estas actividades como las acciones de un “yo”—“me estoy
doblando,” “me estoy estirando,” “mis manos” o “mis piernas.” Esta
práctica de percibir “flexión”, “estiramiento”, “movimiento,” se lleva a
cabo con el propósito de eliminar esas falsas opiniones.
La Mente
Dependiendo de la mente-base surgen una serie de actividades mentales
tales como pensar, imaginar, etc., o en general, una serie de actividades
mentales pueden surgir dependiendo del cuerpo. En realidad, cada caso se
compone de mente y materia, siendo la mente-base material, y pensando,
imaginando y demás, serían el componente mental. Para percibir claramente
ambos componentes, “pensando,” “imaginando,” etc. deberían ser observados
en cada caso.
Después de haber llevado a cabo esta práctica en la forma que se indica
durante algún tiempo, puede darse una mejora en la concentración.
Notaremos que la mente ya no vagabundea, sino que permanece fija en el
objeto al que es dirigida. Al mismo tiempo, el poder de percepción se
habrá desarrollado considerablemente. En cada ocasión perceptiva,
notaremos solamente dos procesos, material y mental: un conjunto dual de
objeto (materia) y estado mental (mente) surgiendo juntos, lo cual
consigue la percepción del objeto.
Una vez más, avanzando en la práctica de la contemplación, después de
cierto tiempo notaremos que nada permanece, sino que todas las cosas
fluyen. Cada momento surgen cosas nuevas y cada una es percibida según
aparece. De esta forma todo lo que surge inmediatamente desaparece y algo
nuevo aparece de inmediato, lo cual es de nuevo percibido y a su vez se
desvanece. Así continua el proceso de surgir y desvanecerse, lo cual
muestra con claridad que nada es permanente. Por consiguiente, nos damos
cuenta de que “las cosas no son permanentes” porque vemos que surgen y
desaparecen inmediatamente. Esto es la comprensión de la impermanencia
(aniccanupassana-ñana).
Entonces nos damos cuenta también de que “surgir y desparecer” no son
deseables. Esto es la comprensión del sufrimiento (dukkhanupassanañana).
Además, normalmente experimentamos muchas sensaciones dolorosas en el
cuerpo, como el cansancio, el calor, el dolor, y cuando notamos estas
sensaciones, sentimos que el cuerpo es una colección de sufrimientos. Esto
es también la comprensión del sufrimiento.
Así cada vez que sentimos ocurre que los elementos materiales y mentales
suceden de acuerdo con sus respectivas naturalezas y condicionamientos, y
no de acuerdo con nuestros deseos. Entonces nos damos cuenta de que “son
sólo elementos; no son gobernables; no son una persona o entidad viva.”
Esto es la comprensión del no-ser (anattanupassanañana).
Habiendo conseguido completamente la comprensión de la impermanencia, el
sufrimiento y el no-ser, tiene lugar la madurez del conocimiento del
sendero(magga-ñana) y su fruto (phala-ñana) y ganaremos la
realización del Nibbana. Ganando la realización del Nibbana en el primer
estadío, nos liberaremos de la rueda de los renacimientos en reinos de
miserable existencia. Todo el mundo debería esforzarse, por consiguiente,
por alcanzar el primer estadío, el sendero y el fruto de la corriente de
entrada, como una mínima medida de protección contra un renacimiento
desgraciado.
El ejercicio del principiante
Ya
se ha explicado aquí que el método real para practicar la meditación
vipassana consiste en observar, percibir o contemplar el flujo de
sensaciones: ver, oír, etc., a través de las seis puertas de los sentidos.
Sin embargo, no le será posible a un principiante seguir esta corriente de
incidentes sucesivos según tienen lugar porque su comprensión (sati),
concentración (samadhi), y conocimiento (ñana) son todavía
muy débiles. Los instantes de ver, oír, oler, gustar, tocar y pensar
suceden muy deprisa. Parece que ver ocurre a la vez que oír, que oír
ocurre al mismo tiempo que ver, que ver y oír ocurren simultáneamente, que
ver, oír, pensar e imaginar siempre ocurren simultáneamente. El hecho de
que sucedan tan rápidamente, hace que no sea posible distinguir cual
ocurre primero y cual después.
En
realidad, ver no sucede a la vez que oír, ni oír ocurre a la vez que ver.
Estos incidentes sólo pueden tener lugar uno cada vez. Un yoghi que acaba
de comenzar a practicar y que no ha desarrollado su comprensión,
concentración y conocimiento suficientemente no tendrá la capacidad de
observar estos momentos aisladamente a medida que se suceden. Por
consiguiente, un principiante no necesita seguir muchas cosas. Sólo unas
pocas han de ser suficiente para empezar.
Ver u oír suceden solamente cuando se les presta la debida atención a sus
objetos. Si uno no se concentra en ningún sonido u objeto visual, el
tiempo transcurrirá sin que ningún momento de visión o audición tenga
lugar. Oler ocurre muy rara vez. La experiencia de gustar sólo puede
suceder mientras estamos comiendo. En el caso de ver, oír, oler y gustar,
pueden ser percibidos cuando suceden. Sin embargo, las impresiones
corporales siempre están presentes. Todo el tiempo existen nítidamente.
Durante el tiempo en que estamos sentados, la impresión de rigidez o la
sensación de dureza son percibidas con claridad. Por consiguiente
deberíamos fijar nuestra atención en la postura sedente y pensar “sentado,
sentado, sentado”.
Sentados
El
estar sentados es una postura erecta del cuerpo consistente en una serie
de actividades físicas inducidas por la conciencia, que se compone de una
serie de actividades mentales. Sería el caso de una pelota de goma inflada
que mantiene su forma redondeada gracias a la resistencia del aire que
contiene. La postura de estar sentado es similar a la que el cuerpo
mantiene en cualquier postura erecta por medio de un proceso continuo de
actividades físicas. Se requiere una buena cantidad de energía para
levantar y mantener el cuerpo en esa postura erecta. La gente asume que el
cuerpo se alza y mantiene en posición erecta gracias a los músculos y
tendones. Esta aseveración es correcta sólo en cierto sentido porque los
tendones, la sangre, carne, músculos y huesos no son sino materia. Los
elementos que dan forma y mantienen el cuerpo en esa posición pertenecen
al grupo de lo material y aparecen en tendones, carne, sangre, etc., por
todo el cuerpo, como el aire en una pelota.
El
elemento que da rigidez es el elemento aire, conocido como vayo-dhatu.
El
cuerpo se mantiene en posición erecta por medio del elemento aire que
surge continuamente. En momentos de somnolencia o sopor, uno puede
debilitarse porque la reserva de materia en forma de rigidez ha sido
cerrada.
El
estado mental durante el sueño profundo es bhavanga,
el “continuumvital” o flujo subconsciente. Durante el curso de bhavanga,
las actividades mentales se encuentran ausentes, y por esta razón el
cuerpo yace relajado.
Durante las horas de vigilia surgen continuamente poderosas actividades
mentales, y así el elemento aire aparece en forma de endurecimiento
muscular. Para ser consciente de esto, es esencial notar la postura
corporal atentamente, por ejemplo, “sentado, sentado, sentado.” Esto no
significa necesariamente que la impresión corporal de rigidez haya de ser
buscada y percibida. La atención debería ser fijada en la totalidad de la
forma postural sedente, es decir, la parte inferior del cuerpo en forma
curvada circular y la parte superior erecta. Así puede parecer que el
ejercicio de observar la simple postura sedente es muy fácil y no requiere
demasiado esfuerzo. En estas circunstancias, la energía (viriya) es
menor y la concentración (samadhi) es excesiva. Generalmente nos
sentiremos perezosos y no querremos seguir notando el “sentado, sentado,
sentado” durante mucho más tiempo. La pereza sobreviene cuando hay un
exceso de concentración e insuficiente energía. No es otra cosa que un
estado de amodorramiento y torpeza (thina-middha).
Se
debería desarrollar más energía, y para ello, el número de objetos a
percibir debiera incrementarse. Después de notar “sentado”, la atención se
debiera dirigir a cualquier lugar del cuerpo donde nos sintiéramos en
contacto con algo y percibir ese contacto. Cualquier lugar en la pierna,
la mano o la cadera puede servir para este propósito. Esta percepción ha
de ser así repetida utilizando esto dos objetos de la postura sedente
y el lugar de contacto alternando “sentado, tocando, sentado,
tocando, sentado, tocando.”
Los términos “notar,” “observar” y “contemplar” son aquí utilizados para
indicar el fijar la atención en un objeto. El ejercicio es simplemente
notar, observar o contemplar “sentado, tocando.” Aquellos que cuenten ya
con experiencia en la práctica de la meditación encontrarán este ejercicio
bastante sencillo para empezar, pero aquellos que no tengan experiencia
quizás opinen que es bastante difícil.
Ascenso-Descenso.
Para quien se inicia un modo simple y sencillo de comenzar sería el
siguiente: Cada vez que respiramos tiene lugar un movimiento
ascendente-descendente. El principiante habría de empezar por el ejercicio
de percibir este movimiento. Es fácil de observar porque es evidente y,
por consiguiente, adecuado para el principiante. De la misma forma que se
aprenden en las escuelas las lecciones sencillas, así ha de aprenderse la
práctica de la meditación vipassana. Será, de este modo, mucho más fácil
para un principiante la utilización de un ejercicio sencillo y simple con
el fin de desarrollar su conocimiento y su concentración.
El
propósito de la meditación es comenzar el ejercicio contemplando los
factores más prominentes en el cuerpo. De los dos factores: mental y
material, el primero es sutil y menos prominente, mientras que el segundo
es burdo y más prominente. Por lo tanto, el procedimiento más común para
un meditador al inicio es comenzar el ejercicio contemplando los elementos
materiales.
En
lo concerniente a la materia, habría que mencionar que la materia derivada
(upada-rupa) es sutil y menos prominente, mientras que los cuatro
elementos físicos primarios (maha-bhuta-rupa) —tierra, agua, fuego
y aire—son burdos y más prominentes. Así, estos últimos debieran de ser
prioritarios en el orden de los objetos a contemplar. En el caso de
ascensodescenso, el factor preponderante es el elemento aire, o vayo-dhatu.
El proceso de tensión muscular y los movimientos del abdomen que
percibimos durante la contemplación no son sino las funciones del elemento
aire. Así, queda claro que el elemento aire es perceptible al comienzo.
Según las instrucciones del Satipatthana Sutta, deberíamos darnos
cuenta de las actividades a medida que las realizamos; caminar,
mantenernos de pie, estar sentados, tendidos,.. Deberíamos también darnos
cuenta de las otras actividades corporales que acontecen. Está establecido
en los comentarios que uno debiera ser consciente del elemento aire en
primer lugar, con preferencia sobre los demás elementos. Aunque también
sabemos que estos cuatro elementos primarios dominan cada acción corporal
y es esencial percibir cada uno de ellos. Cuando estamos sentados, los
movimientos ascendente-descendente suceden de manera evidente con cada
respiración, y se debería comenzar sintiendo estos movimientos.
Hemos explicado algunas características fundamentales dentro del sistema
de meditación Vipassana. Ahora desarrollaremos un esquema general de
ejercicios básicos.
Esquema de Ejercicios Básicos
Cuando el discípulo observa el movimiento ascendente-descendente, su mente
debería centrarse en el abdomen. Al inspirar percibirá un movimiento
ascendente y expansivo, y un movimiento descendente y de contracción al
espirar. Así debería tomar nota mentalmente, “subiendo” para el movimiento
ascendente y “bajando” para el descendente. Si no pudiera sentir
claramente estos movimientos simplemente concentrándose en ellos, debería
poner una o las dos manos sobre el abdomen.
No
debería tratar de alterar la forma natural de su respiración. Tampoco
debiera retener el aire para ralentizarla, o acelerarla o respirar
profundamente, pronto se cansaría. Simplemente ha de concentrarse en el
movimiento ascendente-descendente manteniendo su ritmo natural. El tomar
nota mental de estos movimientos no ha de vocalizarse. En este tipo de
meditación tratamos de conocer el objeto no de darle una denominación.
Habremos de esforzarnos en ser conscientes de ambos movimientos en su
totalidad, de principio a fin, como si verdaderamente los estuviésemos
viendo. En cuanto el vientre empiece a subir, allí está la mente pegada al
movimiento, como una piedra que golpea un muro. El movimiento y la mente
que lo reconoce van juntos en todo momento.
Cuando no exista otro objeto más evidente, el discípulo debe continuar con
el ejercicio de percibir estos dos movimientos como “subiendo, bajando,
subiendo, bajando, subiendo, bajando”. Estando así ocupado habrá ocasiones
en la que la mente vagabundee. Cuando la concentración es débil, es
difícil controlar la mente. Aunque dirijamos la mente hacia los
movimientos, ésta no se pegará a ellos, sino que vagabundeará hacia otros
lugares. Pero no debiéramos abandonar a la mente, en el momento en que nos
demos cuenta de esta situación lo percibiremos como “deambulando,
deambulando, deambulando”. Y así, en un par de veces que repitamos este
ejercicio la mente normalmente deja de ir errabunda y podremos continuar
con nuestro “subiendo, bajando”. Cuando de nuevo encontremos que la mente
ha llegado a un lugar, deberíamos percibirlo como “llegando,
llegando, llegando”. Y así, tan pronto como los movimientos vuelvan a
hacerse patentes, notaremos de nuevo el “subiendo, bajando” que nos ocupa.
Si
nos encontramos con una persona en nuestra imaginación, deberíamos
anotarlo como “encontrando, encontrando”, después de lo cual volveremos a
nuestro ejercicio habitual. A veces, el hecho de que todo esto no es sino
simplemente nuestra imaginación lo descubrimos si intentamos hablar con
esa persona imaginaria, naturalmente debiéramos ser conscientes de esto y
registrar “hablando, hablando.” El auténtico propósito de todo esto es
tomar conciencia de todas nuestras actividades mentales a medida que van
sucediendo. Así, cuando estemos “pensando” tenemos que ser conscientes de
que el pensamiento está sucediendo, lo mismo si estuviéramos “planeando”,
“conociendo”, “atendiendo”, “disfrutando”, “nos sentimos perezosos”,
“felices”, “sentimos asco”, etc., dependiendo de lo que suceda. La
contemplación de las distintas actividades mentales y su percepción se
denomina cittanupassana, la contemplación de la mente.
Como la gente en general no tiene una experiencia práctica en la
meditación vipassana, normalmente no están en situación de conocer el
verdadero estado de su mente. Esto les induce a pensar erróneamente que
son “persona,” “ser,” “entidad viva”. Piensan que “la imaginación soy yo”,
“estoy pensando”, “estoy planeando”, “estoy conociendo”, etc. Mantienen
que existe un ente vivo o yo que crece desde la niñez a la madurez. En
realidad, tal entidad no existe. No es sino una serie de elementos
mentales que ocurren de manera individual, uno cada vez, en sucesión. La
práctica de la contemplación se lleva a cabo con la intención de descubrir
esto, la verdadera naturaleza del organismo cuerpo-mente. En lo que
concierne a la mente y su forma de aparecer, el Buda señaló en el
Dhammapada (v.37):
Durangamam ekacaram asariram guhasayam ye cittam saññamessanti mokkhanti
marabandhana.
Viajando lejos, vagabundeando sola,
Sin forma y oculta en una cueva,
Aquellos que dominan la mente
Están ciertamente libres de las ataduras de Mara.
Viajando lejos.
La mente vaga de acá para allá. Mientras el yoghi trata de
continuar con la práctica de la meditación en su habitación se da cuenta
que
su
mente se ha ido a lugares lejanos, ciudades, etc., que él previamente
había conocido o imaginado. Esto se descubre con la ayuda de la
contemplación.
Sola.
La
mente ocurre en una sucesión de momentos, y aquellos que no
perciben esta realidad creen que sólo una mente existe en el curso de la
existencia. No saben que a cada momento surgen nuevas mentes. Piensan
que ver, oír, oler, gustar, tocar y pensar tanto en el pasado como en el
presente son cosa de una única mente y que varios actos ocurren
simultáneamente. Estas visiones son erróneas, momentos de mentes
individuales surgen y desaparecen constantemente, uno tras otro. A medida
que se practica, se percibe esto con mayor claridad. Los casos de imaginar
y
planear son una clara muestra. La imaginación desaparece en cuanto
percibimos “imaginando”, “imaginando”, y otro tanto ocurre con los planes
para el futuro, “planeando”, “planeando” y desaparecerán. Estas sucesiones
de
aparición, percepción y desaparición se muestran como un rosario de
cuentas. La mente precedente no es la mente que la sucede. Cada una es
distinta. Estas características de la realidad han de ser captadas por cada
persona, y de ahí, la importancia de la práctica de la contemplación.
Sin forma.
La mente no tiene ni sustancia ni forma. No es tan fácil
distinguirla como en el caso de la materia. En el caso de la materia, el
cuerpo, la cabeza, las piernas y las manos se perciben con claridad. Se
pueden tocar y mostrar. La mente, sin embargo carece de forma y de
sustancia y no es fácil de describir. No se pueden realizar experimentos en
laboratorios con ella. Sin embargo se puede comprender completamente la
mente si se la concibe como eso que puede conocer un objeto. Tenemos
que contemplarla a cada momento. Cuando lleguemos a un cierto nivel en la
meditación, comprenderemos como se aproxima la mente a su objeto. Cada
momento mental es un salto directo de ésta hacia su objeto. Así hemos de
meditar si queremos conocer su auténtica naturaleza.
Oculta en una cueva.
Decimos esto puesto que la mente surge dependiendo de la mente-base y las
puertas de los sentidos que están situadas en el cuerpo.
Aquellos que dominan la mente están ciertamente libres de las ataduras de
Mara.
Se
dice que habríamos de contemplar la mente a cada momento que sucede. Así
sería controlada por medio de la contemplación. Si el yoghi consigue
controlarla, será así libre de la esclavitud de Mara, el Rey de la Muerte.
Por eso es tan importante percibir la mente a cada momento. En cuanto nos
damos cuenta de que está, desaparece. Por ejemplo, si notamos una o dos
veces “querer”, “querer”, nos encontramos con que esa intención desaparece
de inmediato. Así podemos volver a nuestro ejercicio “subiendo, bajando,
subiendo, bajando”. Si quisiéramos tragar saliva, deberíamos pensar
“queriendo”, el fluir de la saliva en la boca “fluyendo”, y el tragar
“tragando”. Todo a medida que va ocurriendo. La razón de la contemplación
en este caso es el que pueda persistir una visión personal del “querer
tragar” como realizada por un “yo”, cuando en realidad “querer tragar” es
mente y no “yo”, y “tragar” es materia y no “yo”. Simplemente existen la
mente y la materia en ese momento. Por medio de este tipo de contemplación
entenderemos claramente el proceso de la realidad. Entonces, en el caso de
“escupir”, deberíamos percibir “queriendo”, y cuando vamos a hacerlo
“inclinando” al ladear la cabeza (lo cual ha de ser hecho lentamente) y
“escupiendo” al escupir. Después seguiríamos con nuestro ejercicio
habitual: “subiendo, bajando”.
Al
estar sentados durante tanto tiempo, es posible que sintamos sensación de
entumecimiento, sofoco, etc., Estas sensaciones han de ser percibidas a
medida que sucedan: Fijaremos la mente y anotaremos “rigidez, rigidez”,
“calor, calor”, “dolor, dolor”, “cansancio, cansancio”,.. Estas
desagradables sensaciones son denominadas dukkha-vedana y su
contemplación es vedananupassana o contemplación de sensaciones.
Debido a la ignorancia al respecto, aún persiste la equivocación de
tomarlos como parte de nuestra persona o ego, es decir, “me siento
rígido”, “tengo dolor”, “antes me sentía bien pero ahora me siento mal”.
En realidad estas sensaciones surgen debido a impresiones desagradables en
el organismo. Igual que la luz de una bombilla que permanece encendida
gracias a la continuidad de la corriente eléctrica, así sucede con estos
sentimientos, que aparecen al contacto con las impresiones desagradables.
Es
esencial comprender estos sentimientos con claridad. Al comienzo de sentir
“rigidez, rigidez”, “calor, calor”, “dolor, dolor”, podemos pensar que
estas sensaciones van en aumento y surgirá la mente que querrá cambiar de
postura. Esta mente ha de ser percibida como “querer, querer”. Después
volveríamos a percibir las sensaciones previas, “rigidez, rigidez”, etc.,
Procediendo así con paciencia los sentimientos desagradables acabarán
desapareciendo.
Se
dice que la paciencia conduce al Nirvana. Es evidente que esto es mucho
más aplicable en el caso de la meditación que en cualquier otro. Se
necesita mucha paciencia en la contemplación. Si un yoghi no puede
soportar sensaciones desagradables sin cambiar de postura frecuentemente,
nunca podrá esperar ganar en concentración, y sin concentración no se
puede conseguir el conocimiento interior (vipassana-ñana) y sin
éste, se hace imposible la obtención del sendero, el fruto y el Nirvana.
La
paciencia es esencial. Se necesita fundamentalmente para soportar las
sensaciones desagradables del cuerpo. Apenas existen casos de molestias
exteriores donde no sea necesario ejercitar la paciencia. Es la
observancia de khantisamvara, dominada por la paciencia. No se
debería cambiar de postura cuando surjan las sensaciones molestas, sino
que la contemplación ha de proseguir percibiendo esas sensaciones. Es
lógico que surjan y que desaparezcan. Cuando meditamos con una fuerte
concentración, veremos que el dolor y la molestia se van si los percibimos
pacientemente. Cuando esto haya sucedido, regresaremos a nuestra rutina
“subiendo, bajando”.
Puede suceder que las molestias no desaparecen inmediatamente aun cuando
utilicemos la paciencia. En ese caso no tendremos otra alternativa que
cambiar de postura. A veces hemos de ceder a fuerzas superiores. Si la
concentración no es lo suficientemente fuerte, esos dolores y molestias no
desaparecerán rápidamente. Una mente surgirá queriendo variar la postura y
esta mente será percibida como “queriendo, queriendo”. Después notaremos
el “moviendo, moviendo” al realizar esta acción.
Estos movimientos del cuerpo deberían ser llevados a cabo lentamente y
percibidos como “elevando, elevando”, “moviendo, moviendo”, “tocando,
tocando”, etc., a medida que se van sucediendo. Cuando así hayamos
completado un cambio de postura, no habría nada más que percibir y
volveríamos a nuestro ejercicio original. No ha de haber interrupción
entre ambos. El acto inicial de percepción y el siguiente han de ser
contiguos. Lo mismo ha de ocurrir con la concentración que precede y la
que sigue, el acto precedente de conocer y su subsiguiente. De esta forma,
va teniendo lugar el desarrollo gradual de los niveles de atención,
concentración y conocimiento, y dependiendo de su desarrollo completo se
obtendrá el estadío final en el sendero del conocimiento.
En
la práctica de la meditación vipassana, sería aconsejable seguir el
ejemplo de una persona que trata de hacer fuego. Antes de que existieran
las cerillas había que frotar dos palos sin parar ni siquiera un momento.
A medida que los palos se iban calentando era necesario un mayor esfuerzo
y el frotamiento tenía que llevarse a cabo incesantemente. Solamente
cuando brotaba la llama podía descansar la persona. De la misma forma, el
yoghi ha de trabajar duro para que no haya interrupción entre la
percepción previa y la que sigue, la concentración previa y su
subsiguiente. Después de haber sentido sensaciones dolorosas, volvería al
habitual “subiendo, bajando”.
Mientras está así ocupado, puede que sienta picores en algún lugar del
cuerpo, entonces debe de fijar ahí su mente y anotar “picor, picor”. El
picor es una sensación desagradable, en cuanto aparece surgirá una mente
que quiere frotar o rascar. Esta mente debería ser percibida como “querer,
querer” y por supuesto, no llevar a cabo ningún movimiento sino volver al
pensamiento “picor, picor”. Así ocupados, el picor acabará pasando y
volveremos al “subiendo, bajando” inicial. Si, por alguna razón, el picor
no desapareciera y fuese necesario frotar o rascar, habremos de llevar a
cabo la contemplación de los distintos pasos necesarios para ello:
“querer, querer”, “levantando, levantando” cuando llevamos la mano hacia
el lugar, “tocando, tocando”, al tocar ese lugar, “rascando, rascando”,
“apartando, apartando” cuando la mano regresa a su lugar, “tocando,
tocando”, cuando aquella toca el cuerpo y, finalmente el habitual
“subiendo, bajando”. En cada cambio de postura la contemplación ha de ser
similar y cuidadosa. Podrá parecer que esas sensaciones molestas aparecen
en el cuerpo a su capricho. Habitualmente las personas cambian de postura
en cuanto notan la menor sensación de cansancio o calor, y no se dan
cuenta de estas incidencias. El cambio de postura se realiza de manera
inconsciente, apenas cuando la semilla del dolor ha comenzado a crecer,
por eso los sentimientos más dolorosos no llegan a aparecer de manera
distintiva. Se dice que las posturas ocultan las sensaciones dolorosas. La
gente se cree que se sienten bien durante días y días. Piensan que los
sentimientos de dolor suceden solamente cuando están enfermos. Sin
embargo, la realidad es otra. Intenta que alguien vea cuanto tiempo puede
quedarse absolutamente quieto en una determinada postura. Después de cinco
o seis minutos empezará a sentirse incómodo y pasados quince o veinte
minutos lo encontrará insoportable. Entonces se verá obligado a moverse o
cambiar de postura, bajará o subirá la cabeza, moverá manos o piernas,
balanceará el cuerpo. Muchos de estos movimientos son de corta duración y
si los contáramos a lo largo de un día, el número sería muy alto. Sin
embargo, nadie se da cuenta de este hecho.
Así parece ser en la mayoría de los casos, mientras que en el caso de un
yoghi que esté plenamente consciente de sus acciones y contemplando las
reacciones del cuerpo en su propia naturaleza, estas serán indistintamente
percibidas. Él seguirá observando hasta que esas reacciones se manifiesten
absolutamente. Cuando surja una sensación dolorosa, él seguirá
percibiéndola, no intentará moverse o cambiar de postura. Después, al
aparecer la mente que quiere cambio, anotará “querer”, “querer”, para
volver de nueva a la sensación dolorosa. Sólo se moverá cuando el dolor
llegue a ser insoportable. Así, comenzará observando la mente que quiere
cambiar y después cuidadosamente contemplará las distintas acciones que
concurren en el movimiento. Esta es la razón por la que ya las posturas no
podrán ocultar las sensaciones dolorosas. Éstas aparecen aquí y allá junto
con la sensación de calor, picor, o un conjunto de desagradables efectos
que parecen brotar indistintamente del cuerpo. Es así que el dolor parece
predominar porque las posturas no lo pueden esconder. Si pensara en
cambiar su postura de sentado a de pie, debiera anotar en su mente
“queriendo, queriendo”, y proceder a la secuencia de movimientos de brazos
y piernas pensando “levantando, moviendo, estirando, tocando, presionando”
y demás. Cuando el cuerpo se inclina hacia delante deberíamos notar
“balanceando, balanceando”. Así cuando nos estamos poniendo de pie
percibimos una sensación de ligereza. La atención se centraría en este
hecho y pensaríamos “levantando, levantando”. El acto de levantarse habría
que llevarlo a cabo lentamente.
Durante la práctica todos los movimientos y actividades han de realizarse
despacio y relajadamente, como si estuviéramos enfermos. Igual que una
persona que sufriera de lumbago. Un paciente siempre ha de ser cauteloso y
moverse lentamente para no hacerse daño. De la misma forma, un yoghi tiene
que intentar realizar todas las acciones lentamente. La lentitud es
necesaria para activar la conciencia, la concentración y el conocimiento
necesarios para progresar. Alguien que ha vivido siempre de manera
descuidada ahora comienza a entrenarse con seriedad en mantener la mente
en el interior y con el cuerpo. Esto es sólo el principio y la propia
consciencia, concentración y el conocimiento aún no se han preparado
completamente cuando los procesos físicos y mentales se suceden con
rapidez. Es importante ralentizar estos rápidos procesos para así hacer
posible que la conciencia y el conocimiento puedan ajustarse a ellos.
Además sería aconsejable que el yoghi se comportara como si estuviera
ciego durante el entrenamiento. Cualquier persona sin poder sobre sí misma
dará una imagen indigna porque observará las cosas y a otras personas sin
ningún control. Así nunca conseguirá una mente en calma. La persona ciega,
sin embargo, se comporta de manera contenida, se sienta tranquila con ojos
bajos. No gira en ninguna dirección para mirar porque nada puede ver,
incluso aunque otra persona se le acerque y le hable nunca se volverá
hacia ella. Este comportamiento es digno de ser imitado. Un yoghi debería
actuar de la misma forma mientras practica la contemplación. No debería
mirar a ninguna parte. Su mente ha de encontrarse sobre el objeto de
contemplación. “Subiendo, bajando” en postura sedente. Aunque lo más
extraño suceda cerca, él no debería mirar. Percibiría únicamente “viendo,
viendo” y continuaría con su ejercicio. Este ejercicio ha de ser
justamente valorado y realizado con el debido respeto y contención, de
forma que se le podría confundir con una persona ciega. Ciertas
practicantes lo llevaron a cabo con suma perfección. Siguieron las
instrucciones perfectamente. Su compostura fue correcta y sus mentes
permanecieron sobre los objetos de contemplación. No miraron alrededor.
Cuando caminaban, se concentraban en cada paso y estos, eran ligeros,
suaves y lentos. Todos los yoghis debieran seguir su ejemplo.
Un
yoghi también ha de comportarse como un sordo. Habitualmente, tan pronto
como oímos un sonido, nos volvemos y miramos en la dirección de la que
proviene, o giramos hacia la persona que nos habla y respondemos. No nos
comportamos de forma reposada. Un sordo sí se comporta de manera serena y
tranquila. No percibe ninguna conversación, ningún sonido, porque,
sencillamente, no los oye. Así debiera de hacer un yoghi, no escuchar nada
irrelevante, no prestar atención a ninguna conversación. Si oyera
cualquier sonido o a alguien hablando, él debiera pensar “oyendo, oyendo”
y volver a su práctica. Su contemplación sería tan intensa que se le
podría tomar por sordo.
Debiéramos recordar que la única preocupación de un yoghi es el llevar a
cabo su contemplación atentamente. Todo lo que vea u oiga no es de su
incumbencia. Aunque pareciera extraño o interesante no debe prestarle
atención. Vea lo que vea ha de ser ignorado. Los sonidos y voces no serán
escuchados. En el caso de que tenga que realizar movimientos corporales,
los desarrollará lenta y suavemente como si estuviese enfermo y muy débil.
Otros ejercicios
Caminando
Enfatizaremos aquí en el hecho de que el levantar el cuerpo ha de hacerse
despacio. Cuando terminemos el movimiento habremos de pensar “de pie, de
pie”. Si mirásemos alrededor, pensaríamos “mirando, viendo”, al caminar
notaríamos “pie derecho, pie izquierdo” o “caminando, caminando”.
Fijaremos la atención en la planta del pie desde el momento en que lo
levantamos hasta cuando lo posamos en el suelo. Si caminamos rápido o
damos un paseo largo, percibiremos únicamente “pie derecho, pie izquierdo”
o
“caminando, caminando”. Mientras que si andamos despacio, cada paso se
puede dividir en tres fases—elevación, avance y apoyo en el suelo. Al
comienzo del ejercicio percibimos dos partes en cada paso: “elevación”
cuando nos fijamos en el movimiento ascendente del pie, y “apoyo”, cuando
la atención recae en el contacto que éste ejerce sobre el suelo.
Terminamos así el ejercicio que comenzó con el primer paso. Normalmente,
cuando apoyamos el pie y notamos “apoyando”, la otra pierna comienza a
elevarse para comenzar el siguiente paso. No deberíamos permitir que esto
suceda. El paso siguiente sólo debe comenzar en el momento en que hemos
terminado con el anterior: “elevar, apoyar” para el primero y “elevar,
apoyar” para el segundo. Después de dos o tres días este ejercicio nos
resultará sencillo, y es entonces cuando el yoghi debe de llevar a cabo el
percibir cada paso en tres fases, “elevar, mover, apoyar”. Así,
resumiendo, al comienzo el yoghi notará “pie derecho, pie izquierdo” o
“caminando” cuando anda deprisa, y “elevando, apoyando” cuando camine
despacio.
Sentados
Mientras caminamos puede que sintamos deseos de sentarnos. En ese caso
debiéramos tomar nota, “queriendo”. Si levantamos la vista, notaremos
“mirando, viendo, mirando, viendo”. Cuando nos acercamos al asiento
“levantando, apoyando”; al parar “parando”, al girar “girando, girando”.
Cuando sintamos el deseo de sentarnos, “queriendo, queriendo”. Durante el
proceso de sentarnos percibiremos una cierta pesadez corporal y un empujar
hacia abajo. Habremos de fijar la atención en estas sensaciones y anotar
“sentando, sentando, sentando”. Después de esto nos daremos cuenta de cómo
las manos y las piernas buscan su posición. “Moviendo, doblando,
estirando”, etc. Si no hay nada más que hacer que permanecer sentados,
entonces volveríamos al ejercicio básico “subiendo, bajando”.
Acostados
Si
durante el proceso de contemplación nos sintiésemos acalorados o cansados
o sentimos dolor, entonces lo anotaríamos y volveríamos al ejercicio
básico. Si sintiéramos sueño, tomaremos nota de ello “somnoliento,
somnoliento” y procederemos a percibir el proceso de acostarse: las manos
y las piernas se colocan en posición “elevando, moviendo, apoyando,
sujetando”; cuando el cuerpo se balancea “balanceando, balanceando”; al
estirar las piernas “estirando, estirando” y cuando el cuerpo se tiende
“acostado, acostado, acostado”. Estas sencillas acciones son importantes y
no se les debe restar importancia. Existen también posibilidades de
obtener iluminación durante estos periodos. Cuando existe un completo
desarrollo de la concentración y el conocimiento, la iluminación puede
sobrevenir al flexionar o al estirarse. De esta forma fue como el
venerable Ananda obtuvo el estado de Arahat, justo en el momento de
acostarse.
Hacia el comienzo del cuarto mes desde el fallecimiento completo de Buda
se llevaron a cabo preparativos para celebrar el primer concilio de
bhikkus y así poder clasificar, examinar, confirmar y recitar todas sus
enseñanzas. Se escogió a quinientos bhikkus para esta tarea. De estos,
cuatrocientos noventa y nueve eran Arahats mientras que el venerable
Ananda era un sotappana, acababa de entrar en la corriente. Con el
propósito de asistir al concilio como Arahat, al mismo nivel que los
demás, hizo un esfuerzo supremo para continuar con su meditación la
víspera a la apertura del concilio. Eso fue en el cuarto día de menguante
del mes de Savana (Agosto). Tomó conciencia de su cuerpo y continuó su
meditación caminando durante toda la noche. Pudo haber sido de la manera
“pie derecho, pie izquierdo” o “caminando, caminando”. Estuvo así ocupado
en una intensa contemplación de los procesos mentales y materiales de cada
paso hasta el amanecer del día siguiente, pero aún así no alcanzó el
estado de Arahat.
Entonces el venerable Ananda pensó: “He hecho lo que he podido. El señor
Buda me dijo:” Ananda, posees todas las perfecciones (paramis).
Procede a la práctica de la meditación, es seguro que vas a conseguir el
estado de Arahat”, lo he intentado con todas mis fuerzas, de manera que se
me considera como uno de esos que mejor lo hacen en meditación. ¿Cuál
puede ser la razón de mi fracaso?”
Entonces recordó: “!Ah!. Me he entregado en exceso a la práctica de
caminar durante la noche. He empleado un exceso de energía e insuficiente
concentración, lo cual es la causa de este estado de fatiga. Ahora es
necesario que deje esta práctica de caminar para así reunir energía en
equilibrio con la concentración y proceder a la contemplación en una
postura acostado. El venerable Ananda entró entonces en su habitación, se
sentó en su cama y comenzó a acostarse. Se dice que fue entonces cuando
obtuvo la iluminación, en ese momento de tenderse, o mejor, al contemplar
el momento “acostando, acostando”.
Esta forma de obtener el estado de Arahat se ha recordado como algo
extraño en los Comentarios porque es distinta de las cuatro posturas
regulares de sentado, de pie, tumbado y caminando. En el momento mismo de
su iluminación, el venerable Ananda no se encontraba exactamente de pie
porque sus pies no tocaban el suelo, ni se podía considerar que estuviera
sentado porque su cuerpo mantenía ya un cierto ángulo cercano a la
almohada. Tampoco estaba tumbado porque su cabeza aún no había tocado la
almohada y su cuerpo no estaba completamente tendido. El venerable Ananda
acababa de entrar en la corriente y por eso tenía que desarrollar aún los
otros tres altos niveles—el sendero y el fruto de regresar una vez, el
sendero y el fruto de no retornar, y el sendero y el fruto del estado de
Arahat en su obtención final. Esto le llevó sólo un momento. Por eso hay
que extremar el cuidado a la hora de la contemplación, sin relajación ni
omisión.
Durante el acto de acostarse debemos llevar a cabo la contemplación con la
debida atención. Cuando un yoghi siente sueño y quiere acostarse debe de
pensar “sueño, sueño”, “querer, querer”; al elevar las manos “alzar,
alzar”; al estirarse “estirando, estirando”; al tocar “tocando, tocando”,
después de balancear el cuerpo y tumbarlo “tendido, tendido”. Todo el
proceso ha de llevarse a cabo lentamente. Al tocar la almohada deberíamos
notar “tocando, tocando”. Hay muchos lugares de contacto a lo largo del
cuerpo pero cada punto ha de ser percibido de manera singular y uno cada
vez.
En
esta postura realizamos muchos movimientos al colocar piernas y manos en
posición. Estas acciones debieran ser percibidas cuidadosamente. Cuando
giramos el cuerpo “girando, girando”, y cuando no exista nada en
particular a notar el yoghi regresará a la práctica básica “subiendo,
bajando”.
Puede que la mente vagabundee mientras nos encontramos acostados. Esta
mente debiera ser percibida como “yendo, yendo” cuando se va, y como
“llegando, llegando” cuando alcanza un lugar, después “planeando”,
“reflexionando” etc. y así de la misma forma que si estuviésemos meditando
sentados. Los estados mentales se desvanecen en cuanto los percibimos una
o dos veces. Después continuaríamos con el ejercicio básico. Puede haber
también ocasiones en que tengamos que tragar saliva, sensaciones
dolorosas, de calor, picor, etc., puede que cambiemos de posición o
movamos los miembros. Todo esto ha de ser contemplado a medida que sucede.
Cuando hayamos ganado suficiente fuerza en concentración será posible
continuar con la contemplación de acciones tan simples como cerrar los
ojos o pestañear. Si no hay nada más que percibir volveremos a nuestro
“subiendo, bajando” habitual.
Durmiendo
Aunque se haga tarde por la noche y sea hora de irse a la cama, no es
aconsejable el abandonar la contemplación e ir a dormir. La persona que
tenga un interés genuino en la meditación ha de estar preparada para pasar
muchas noches de vigilia.
Las escrituras enfatizan en la necesidad de desarrollar las cualidades de
los cuatro factores de energía (caturanga-viriya) durante la
práctica de la meditación: “En esta dura batalla, podemos vernos reducidos
a un simple esqueleto, piel, huesos y tendones, la carne se marchita y la
sangre se reseca. Pero nunca debemos rendirnos mientras no hayamos
obtenido aquello que se puede obtener mediante la perseverancia, la
energía y el esfuerzo.” Estas instrucciones han de seguirse con
determinación. Es posible mantenerse despierto si tenemos la suficiente
concentración como para derrotar al sueño, aunque podremos dormirnos si
éste nos gana la partida.
Cuando sintamos somnolencia habremos de tomar notar de ello como
“somnoliento, somnoliento”; cuando los párpados pesen “pesados, pesados”;
cuando la vista se nuble “borroso, borroso”. Después de haber meditado de
esta manera puede que nos hayamos desembarazado del sueño y nos sintamos
frescos de nuevo. Así percibiremos “fresco, fresco”, y retornaremos a
nuestro ejercicio habitual. Sin embargo, y a pesar de nuestra
determinación, puede que no nos sintamos capaces de mantenernos
despiertos. Es más fácil dormirse si estamos acostados, por eso el
principiante procurará mantenerse sentado o caminando. Ya mediada la noche
el yoghi puede verse obligado a acostarse y continuar con la meditación.
Como hemos advertido, puede que se duerma. Mientras uno duerme no es
posible llevar a cabo el trabajo de meditación. Este será un periodo de
descanso. Una hora de sueño será una hora de relajación, y si continúa
durmiendo durante dos o más horas estará más tiempo relajado. Sin embargo
no es aconsejable dormir durante más de cuatro horas, tiempo suficiente
para que el yoghi desarrolle un sueño normal.
Despertando
Desde el mismo momento en que se despierta, el yoghi ha de comenzar la
contemplación. La rutina del que mantiene la aspiración a la obtención del
sendero y el fruto pasa por estar absolutamente ocupado en intensa
contemplación durante las horas de vigilia. Si no es posible realizar el
momento del despertar, debería comenzar con el ejercicio habitual de
“subir, bajar”. Si, en primer lugar, se encuentra a sí mismo
reflexionando, debe de comenzar su contemplación percibiendo
“reflexionando, reflexionando” para después regresar al ejercicio básico.
Si, por casualidad, lo primero que percibe es una voz o cualquier otro
sonido, anotaría “oyendo, oyendo” y regresará al ejercicio. Durante el
despertar el cuerpo se mueve, gira, etc. Estas acciones se contemplarán a
medida que van teniendo lugar. Si percibiera los estados mentales previos
a los movimientos corporales, comenzaría su meditación con esta
percepción. Lo mismo si sintiera dolor, lo percibiría, y continuaría con
la contemplación de las subsiguientes acciones corporales. Y si
permaneciera quieto, sin moverse, volvería al ejercicio habitual. Al
levantarse el proceso sería “queriendo, queriendo” y después proceder con
el resto de las acciones a medida que van ocurriendo, hasta poner las
manos y piernas en posición. Debiéramos notar “alzando, alzando” al
levantar el cuerpo, “sentado, sentado” cuando el cuerpo está erecto en
postura sedente y percibir también los movimientos de piernas y manos.
Hasta aquí hemos mencionado lo referente a los objetos de contemplación en
conexión con las cuatro posturas y los cambios de una postura a otra. Esto
es sencillamente un esquema de los principales objetos de contemplación
con el objeto de ponerlo en práctica y sabiendo que es difícil llevarlo a
cabo en un estadío inicial. Probablemente omitiremos muchas cosas pero,
con el tiempo, ganaremos en poder de concentración y percibiremos, no sólo
estos objetos, sino muchos más. El desarrollo gradual de la consciencia y
la concentración acelerará la adquisición de conocimiento y podremos
captar muchos más objetos, por eso es importante trabajar en este nivel.
Lavándonos y Comiendo
También cuando nos lavamos la cara por la mañana o cuando nos damos un
baño habríamos de continuar con la contemplación. Será necesario actuar
rápidamente en estas circunstancias dada la naturaleza de este tipo de
acciones, y así, la contemplación se llevará a cabo tanto como las
circunstancias lo permitan. Al alargar el brazo para tocar el agua
pensaríamos “alargando, alargando”; al verter el agua sobre el cuerpo o la
cara “vertiendo, vertiendo”, al sentir frío “frío, frío”, al frotar para
secar “frotando, frotando” etc. También implicamos el cuerpo en muchas
acciones al vestirnos, hacer la cama, abrir la puerta y demás. Todas estas
acciones han de ser contempladas en secuencia y con el mayor detalle
posible.
Cuando nos dispongamos a comer, la contemplación comenzará desde el
momento mismo en que miramos a la mesa “mirando, viendo, mirando, viendo”;
al alargar la mano hacia el plato lo percibiremos como “alcanzando,
alcanzando”; cuando la mano toque la comida “tocando, caliente, caliente”,
al llevar la mano hacia la boca “trayendo, trayendo”, doblamos el cuello
“doblando, doblando”; al colocar la comida en la boca, retirar la mano, al
tocar el plato con la mano, enderezar el cuello, masticar la comida,
percibiendo su sabor, nos gusta o no nos gusta, al tragar; todas estas
acciones han de ser percibidas y registradas en nuestra mente según están
sucediendo, desde el menor bocado hasta el final de la comida. También en
este proceso habrá omisiones cuando comencemos la práctica, pero el yoghi
seguirá persistiendo tanto como le sea posible. A medida que se avanza
gradualmente se perciben más y más objetos, incluso más de los aquí
mencionados.
Así hemos completado las instrucciones para un ejercicio práctico de la
contemplación. Como se han explicado en detalle y con una cierta
extensión, no será fácil recordarlo todo. Presentamos un resumen de los
puntos esenciales para hacer esa tarea un poco más sencilla.
Resumen de los puntos esenciales
Al
caminar, el yoghi deberá contemplar los movimientos de cada paso. Si
caminamos con rapidez, notaremos “pie derecho, pie izquierdo”
respectivamente. La mente se concentra en la planta del pie a cada paso.
Si
por el contrario caminamos lentamente, el paso se dividirá en “alzando,
apoyando”.
Cuando uno se encuentra sentado, el ejercicio básico de contemplación se
ejecuta sintiendo los movimientos del abdomen “subiendo, bajando,
subiendo, bajando”. Esta misma percepción nos sirve cuando nos encontramos
tumbados. Observaremos como la mente vagabundea de aquí para allá. No
deberemos permitirlo, inmediatamente lo percibiremos. Al imaginar
“imaginando, imaginando”, lo mismo que al pensar “pensando, pensando”,
cuando la mente se va “yendo, yendo” y si llega a algún lugar “llegando,
llegando”. Y de esta manera la traeremos a nuestro ejercicio inicial. Los
sentimientos de cansancio, calor, picor, dolor, etc., serán inmediatamente
registrados como “cansancio”, “calor”, “dolor”, etc., según sea el caso.
Después de ese registro, regresaremos a nuestro ejercicio “subiendo,
bajando”.
Todo acto o movimiento de flexión o estiramiento en manos o piernas, el
cuello o incluso, el balanceo del cuerpo, debe seguirse y observarse a
medida que ocurre para luego regresar al ejercicio inicial.
Esto no es más que un resumen. Cualquier otro objeto a contemplar durante
el entrenamiento será mencionado por los maestros de meditación a la hora
en que se dan a los discípulos las instrucciones diarias. Si llevamos a
cabo esta práctica de la forma indicada, el número de objetos aumentará
gradualmente. Al principio habrá muchas omisiones porque la mente está
acostumbrada a vagabundear sin ningún tipo de restricción. Sin embargo el
yoghi no se desanimará, es una dificultad normal al principio de la
práctica. Después de cierto tiempo la mente dejará de “hacer novillos”
porque sabe que aunque se marche siempre la encontraremos y, así, acabará
permaneciendo sobre el objeto sobre el cual es dirigida.
Cuando “subiendo” ocurre, la mente toma nota de ello y así el objeto y la
mente coinciden. Cuando sucede el “bajando”, la mente toma nota de ello y
así el objeto y la mente coinciden. Siempre son un par, el objeto y la
mente que conoce el objeto cada vez que percibimos. Estos dos elementos:
el objeto material y la mente cognoscente surgen siempre en pareja, y
aparte de estos dos no existe nada más en forma de persona o ser. Esta
realidad la experimentaremos individualmente a su debido tiempo.
El
hecho de que la materia y la mente sean dos cosas distintas y separadas
será claramente percibido durante el tiempo de observar “subiendo,
bajando”. Los dos elementos están unidos y surgen juntos, es decir, el
proceso de surgimiento de la materia al “subir” coincide con el proceso de
surgimiento de la mente que lo conoce. El proceso de surgimiento de la
materia al “bajar” coincide con el proceso de la mente que lo conoce. Lo
mismo ocurre con alzar, moverse y situarse o colocar: son procesos de
materia que surge y desaparece conjuntamente con los procesos mentales que
los conocen. Este conocimiento en lo que respecta a la materia y la mente
surgiendo por separado se conoce como nama-rupa-pariccheda-ñana, el
conocimiento que discrimina entre mente-materia. Es el paso preliminar en
todo el proceso de comprensión del conocimiento, por eso es tan importante
que se haya desarrollado de la manera adecuada en estas instancias
preliminares.
Al
continuar con la práctica de la contemplación durante algún tiempo, se
dará un progreso considerable en los ámbitos de la consciencia y la
concentración. En este nivel ha de ser perceptible que cada vez que
notemos algo, cada proceso surge y desaparece en ese mismo momento. Las
personas que no han sido instruidas consideran generalmente que el cuerpo
y la mente permanecen en un mismo estado durante toda la vida. Que el
mismo cuerpo de la niñez se ha convertido en el del adulto, que la misma
mente infantil ha madurado y que ambos cuerpo y mente son uno y la misma
persona. Esto no es así. Nada es permanente. Todo surge y desaparece en un
mismo momento, no dura un instante. Los cambios se suceden rápidamente y a
su debido tiempo serán también percibidos.
Mientras continuamos con la contemplación “subiendo, bajando”, notaremos
que estos procesos surgen y desaparecen uno tras de otro en rápida
sucesión. Al observar que todo desaparece en cuanto lo notamos, sabremos
que nada es permanente. Este conocimiento referente a la naturaleza
impermanente de las cosas es aniccanupassana-ñana, el conocimiento
contemplativo de la impermanencia.
El
yoghi sabe entonces que este estado siempre cambiante de las cosas es
inquietante y no deseable. Esto es dukkhanupassana-ñana el conocimiento
contemplativo del sufrimiento. El hecho de sufrir tantos sentimientos
dolorosos hace que consideremos el complejo cuerpo-mente como una masa
doliente. Esto es también conocimiento contemplativo del sufrimiento.
Percibiremos entonces que los elementos de mente y materia nunca van a
seguir nuestros deseos sino que surgirán de acuerdo con su propia
naturaleza y condiciones. Mientras estemos inmersos en el acto de observar
estos procesos, comprenderemos que no son controlables y que no son ni una
persona, ni un ente vivo, ni un ser. Esto es anattanupassana-ñana, el
conocimiento contemplativo de la ausencia de ser. Cuando el yoghi ha
desarrollado completamente el conocimiento de la impermanencia, el
sufrimiento y la no-entidad, entonces realizará el Nirvana. Desde tiempo
inmemorial Budas, Arahats y Ariyas (nobles) han realizado el Nirvana
mediante el método de vipassana. Es la carretera que lleva al Nirvana.
Vipassana consiste en las cuatro sattipatthana, que son
aplicaciones de la consciencia y verdaderamente son las que conducen al
Nirvana. Todo yoghi que adopte este entrenamiento ha de tener en mente que
se halla en el camino de los Budas, Arahats y Ariyas. Esta oportunidad se
les ha ofrecido por su parami, es decir, sus esfuerzos anteriores
en buscarla y desearla, y también por que sus condiciones han madurado.
Deberán alegrarse de corazón por poder disfrutarla. Deberían también estar
seguros de que caminar por esta senda sin titubear les aportará
experiencia en una altamente desarrollada concentración y sabiduría, como
ya experimentaron los Budas, Arahats y Ariyas. Nunca en el curso de su
vida habrán obtenido un estado de concentración tan puro y, gracias a
esto, podrán disfrutar de muchos pequeños placeres.
La
impermanencia, el sufrimiento y la no-entidad serán realizadas mediante la
experiencia personal, y con el completo desarrollo de estos conocimientos
se obtendrá el Nirvana. No llevará mucho tiempo su obtención, un mes,
veinte días, quince días e, incluso en raras ocasiones, siete días para
esos pocos escogidos con extraordinario parami.
Por consiguiente el yoghi procederá a la práctica de la contemplación con
seriedad, esfuerzo y total confianza, sabiendo que le lleva al desarrollo
del noble sendero y el fruto y también a la realización del Nirvana. Serán
entonces libres de la equívoca opinión del ser y de toda duda espiritual,
y ya no regresarán a la rueda de los renacimientos en los desgraciados
reinos de los infiernos, el mundo animal o la esfera de los petas.
¡Que los yoghis encuentren el triunfo en su noble esfuerzo!
Sobre el autor
El
Venerable Mahasi Sayadaw, U Sobhana Mahathera, fue uno de los mas
eminentes maestros de meditación de los tiempos modernos y un líder para
el resurgimiento contemporáneo de la meditación Vipassana. Nació cerca de
Shwebo en Birmania en 1904, fue ordenado novicio a la edad de doce años y
recibió la ordenación absoluta como bhikku a la edad de veinte años.
Rápidamente se distinguió como estudioso de las escrituras Budistas y al
cabo de cinco años de su ordenación ya enseñaba esas mismas escrituras en
el monasterio de Moulmein.
Al
octavo año de su ministerio abandonó el monasterio y comenzó la búsqueda
de un método efectivo para la práctica de la meditación. En Thaton conoció
al famoso instructor, el Venerable U Narada, también conocido como el
Mingun Jetawun Sayadaw. Se asentó como discípulo bajo la guía del Sayadaw
y llevó a cabo un entrenamiento intensivo en meditación Vipassana.
En
1941 volvió a su ciudad natal e introdujo este sistema de meditación en la
región. Mucha gente, tanto monjes como laicos adoptaron esta práctica y
obtuvieron un gran beneficio gracias a sus sabias instrucciones.
En
1949 el entonces primer ministro de Birmania, U Nu, y Sir U Thwin,
miembros ejecutivos de la Buda Sasananuggaha Association, le invitaron a
ir a Rangoon a impartir entrenamiento en la práctica meditativa. Sayadaw
aceptó la proposición y se instaló en el Thathana Yeiktha Meditation
Centre, donde continuó llevando cursos intensivos de meditación Vipassana
hasta su muerte en 1982.
Bajo su guía se han entrenado miles de personas en este centro y muchos
más se han beneficiado a través de sus escritos y las enseñanzas de sus
discípulos. Hay más de un centenar de ramas de sus centro Thathana Yeiktha
Centre por toda Birmania y su método se ha extendido a otros países, tanto
del Este como del Oeste.
El
Venerable Mahasi Sayadaw ostenta el más alto honor escolástico, el título
de Agga Mahapandita, que se le otorgó en 1952. Durante el Sexto Concilio
Budista que tuvo lugar en Rangoon de 1954 a 1956, el realizó la labor de
“El que cuestiona” (pucchaka), un papel que había tenido el
Venerable Mahakassapa en el Primer Concilio Budista. El Venerable Mahasi
Sayadaw fue también miembro del comité ejecutivo responsable, como
autoridad final, de la codificación de todos los textos que se editaron en
el concilio.
Es
autor de numerosos trabajos en meditación y en Escrituras Budistas en su
lengua nativa. Sus discursos sobre Sutras han sido traducidos al Inglés y
publicados por la Buda Sasananuggaha Associaton (16 Hermitage Road, Kokine,
Rangoon, Burma.)
The Buddhist Publication Society
La
Buddhist Publication Society es una organización sin ánimo de lucro
dedicada a enseñar y extender la Enseñanza de Buda, la cual aporta un
mensaje fundamental para personas de cualquier credo.
Fundada en 1958, la BPS ha publicado una amplia variedad de libros y
panfletos que tratan de un gran número de temas. Sus publicaciones
incluyen precisas traducciones comentadas de los discursos de Buda,
trabajos de referencia y originales exposiciones del pensamiento y la
práctica Budista. Estos trabajos presentan al Budismo tal cual es—una
fuerza dinámica que ha influido en muchas mentes receptivas durante los
últimos 2500 años y que sigue en vigencia hoy como lo estuvo en los
tiempos en que surgió.
The Hony. Secretary BUDDHIST PUBLICATION SOCIETY
P.O. Box 61 54, Sangharaja Mawatha Kandy Sri Lanka or Barre Center for
Buddhist Studies 149 Lockwood Road Barre, MA 01005 USA Revised: Sun
19-Oct-2003
The Wheel Publication No. 370/371
ISBN 955-24-0078-3
Copyright © 1990 Buddhist Publication Society P.O. Box 61
54, Sangharaja Mawatha
Kandy, Sri Lanka.
Esta edición fue transcrita de la edición impresa en 1995 por Philip Jones
bajo los auspicios de "The DharmaNet Dharma Book Transcription Project",
con el permiso de "The Buddhist Publication Society". |