Concepto
El
término karma (o karman), derivado de la raíz kri
(“hacer”, “fabricar”) tiene muchos significados. Puede indicar “acción”,
“trabajo”, “producto”, efecto”, etc. El Karma Yoga se traduce
literalmente como el yoga de la acción. Pero aquí el término karma
apunta a un tipo de acción específica. Concretamente, denota una actitud
interna hacia la acción, que en sí misma constituye una forma de acción.
El Bhagavad Gîtâ, la escritura mas antigua sobre el Karma Yoga,
explica esta actitud:
No es dejando de realizar
acciones
que el hombre alcanza el
renunciamiento a la acción;
no es por el
renunciamiento al mundo
que el hombre alcanza la
perfección (3.4)
Ni por un solo momento
permanece alguien sin
actuar;
los guna nacidos
de la prakriti
llevan a todos
irresistiblemente hacia la acción (3.5)
Aquel que permanece
inactivo
controlando sus órganos
de la acción,
pero recordando con su
mente los objetos de los sentidos
con su ser sumido en el
error,
aquél es llamado
hipócrita (3.6)
Pero aquel que
controlando con su mente
los órganos de los
sentidos
realiza con sus órganos
de la acción
el yoga de la acción,
con total desapego, oh
Arjuna,
aquél en mucho lo supera
(3.7)
Haz la acción que te es
obligatoria;
la acción es mejor que la
inacción.
Si te abstuvieses de la
acción
no podrían llevarse a
cabo los procesos corporales (yâtrâ) (3.8)
Este mundo es encadenado
por la acción,
con excepción de aquella
que tiene como fin el sacrificio.
Realiza la acción que
tenga ese fin,
liberado de todo apego,
oh Kaunteya (3.9)
Por eso, liberado de todo
apego,
realiza siempre la acción
que tienes que realizar (kârya),
pues actuando sin ningún
apego
el hombre alcanza lo
Supremo (3.19)
A
continuación, el Dios Krishna que comunica esta enseñanza a su
discípulo Arjuna, se muestra como modelo arquetípico de persona
activa:
En los tres mundos
yo no tengo nada que
realizar,
nada no alcanzado
que yo tenga que
alcanzar,
y sin embargo, oh hijo de
Prithâ,
yo permanezco en la
acción (3.22)
Si en algún momento yo no
permaneciera
infatigablemente en la
acción, oh hijo de Prithâ,
los hombres seguirían mi
camino (3.23)
Si yo no actuara,
perecerían estos mundos;
yo produciría el caos,
y causaría la destrucción
de todos los seres (3.24)
Así como actúan los
hombres ignorantes
dominados por el apego,
así debe actuar el sabio,
pero libre de todo apego,
oh hijo de Bhârata,
deseando realizar el bien
del mundo (3.25)
Son los guna de la
prakriti
los que realizan todos
los actos,
pero el hombre, cuyo ser
está confundido por el
sentimiento del “yo”,
se imagina que él mismo
está actuando (3.27)
Pero aquel que conoce la
verdadera esencia
de los guna y de
los actos, oh guerrero de poderosos brazos,
aquél, sabiendo que los
guna actúan sobre los guna,
permanece libre de todo
apego (3.28)
Llevando a cabo siempre
todas sus acciones
acogiéndose a mí,
por mi gracia alcanza
la condición eterna e
inalterable (18.56)
Dedicado a mí,
consagrándome con tu
mente todas tus acciones,
practicando el Buddhi
Yoga,
piensa siempre en mí
(18.57)
Lo que
Krishna, el divino Señor en forma humana, expone aquí es que toda
actividad surge de forma espontánea como parte del juego de la naturaleza
(prakriti). La idea según la cual “hago esto o aquello” es
ilusoria, una presunción errónea que habitualmente superponemos a lo que
realmente sucede.
En este sentido, ni siquiera generamos nuestros propios pensamientos. Los
pensamientos, como todos los procesos de la naturaleza, simplemente
“suceden”. Decidimos escribir en el ordenador, tocar el piano, montar en
bicicleta o hablar con un amigo, pero estas actividades, según Krishna,
no son efectos propios de nuestra personalidad egoica. De hecho, el mismo
sentido del ego surge como una de las actividades espontáneas de la
naturaleza, creyéndose a si mismo autor de algunos actos y presumiendo
sufrir sus consecuencias.
Acción e inacción
Existir es actuar. Incluso un objeto inanimado como una piedra, tiene
movimiento. Los bloques fundamentales de la materia, las partículas
atómicas, no son en realidad bloques inertes, sino un increíble complejo
de formas de energía en constante movimiento. En consecuencia, el universo
es un inmenso espacio vibratorio que se expande. En palabras del filósofo
Alfred North Whitehead, el mundo es una serie de “procesos”. El Karma
Yoga se fundamenta y tiene sentido únicamente bajo este prisma.
Puesto que, por definición, la vida es acción, incluso la aparente
inacción debe entenderse como una forma de acción. El principio del
Karma Yoga se aplica de forma universal. Esto significa que incluso
los renunciantes de la tradición samnyâsa (ver artículo sobre el
Samnyâsa Yoga), que se abstienen formalmente de toda actividad
mundana, se hallarán inmersos en la acción y sujetos a sus acciones, a
menos que su rechazo del mundo se efectúe bajo el espíritu del Karma
Yoga.
Mediante el Karma Yoga, ya se trate de un ama de casa o de un
renunciante, cada acción se convierte en un sacrificio. Lo que se
sacrifica es, en última instancia, el ego. Mientras se considere al ego (ahâmkara)
como autor de las acciones, tales actos supondrán una limitación.
Reforzarán el ego y obstruirán el camino hacia la iluminación. La acción o
inacción egoica genera karma.
La palabra karma se halla definida en el diccionario inglés
Webster’s como “la fuerza generada por las acciones de una persona que,
según el Hinduismo y el Budismo, mantiene la transmigración perpetua y,
como consecuencias éticas, determina su destino en una próxima
existencia”. El karma n es solo acción, sino también el invisible
resultado que moldea el destino de la persona.
La idea subyacente es que somos lo que somos a causa de lo que hacemos o,
más bien, de “cómo” lo hacemos. En nuestras acciones, expresamos quién o
qué somos (o imaginamos ser). En otras palabras, externalizamos nuestro
ser interior, de tal forma que nuestras acciones son un reflejo de
nosotros mismos. Pero no se trata solo de reflejos. Existe una
“retroalimentación” entre nuestras acciones y nuestra propia esencia. Cada
acción actúa sobre nuestro si-mismo y contribuye a la completa estructura
de la persona que pretendemos ser.
De esta forma, para simplificar, si alguien tiende a ser compasivo o
bondadoso, sus acciones pueden ser consideradas como acciones buenas o
benignas, contribuyendo a reforzar así la innata bondad o compasión del
individuo. Por otro lado, si alguien tiende a ser malvado o destructor,
sus acciones serán del tipo que catalogaríamos de malignas o destructivas
y reforzarán la innata maldad del individuo.
La ley del karma
Las
acciones e inacciones tienen sus inmediatos y visibles resultados, que
pueden ser o no intencionados, pero igual de importante sobre la cualidad
de nuestro ser es su invisible efecto posterior, de lo cual permanecemos
muy ignorantes en occidente. Podemos efectuar una donación de caridad
mensual y obtener así varias ventajas, como exención de impuestos
—resultado visible de nuestra acción—, pero también poner en marcha
fuerzas invisibles que moldean y transforman nuestro ser y nuestro destino
futuro: recogemos lo que sembramos.
La unión entre los actos y sus efectos se considera una ley férrea —o lo
que se ha considerado como ley de causación moral. Parece que la ley del
karma es el único aspecto inmutable del mundo en constante
movimiento, el samsâra. Ella gobierna el cosmos en todos sus
incontables niveles y solo la Realidad Transcendental misma se halla
liberada de este peculiar ordenamiento.
Esta enseñanza se halla estrechamente unida a otra creencia ampliamente
difundida, compartida por las escuelas Hindúes, Budistas y Jainas. Se
trata de la idea de que el ser humano es una estructura multidimensional o
proceso que no desemboca en un abrupto fin con la muerte del cuerpo
físico. Diversas tradiciones han ofrecido distintas explicaciones para
esta continuidad postmorten y las interpretaciones oscilan desde la
ingenuidad hasta la mas elevada sofisticación.
Según algunos, la conciencia que sobrevive se haya revestida con un cuerpo
inmaterial esperando su nueva reencarnación dentro del plano material, en
otro cuerpo físico, o en un cuerpo suprafísico en uno de los planos
sobrenaturales (sutiles). De acuerdo con otros, la conciencia del ego no
sobrevive a la muerte del cuerpo de tal forma que, estrictamente hablando,
no hay una entidad estable que transmigra, sino solo una continuidad de
diferentes fuerzas kármicas.
Todas las escuelas, sin embargo, coinciden en que los mecanismos del
destino en el plano físico y en cualquier otro plano de existencia están
controlados por la calidad de las acciones de la persona o, de forma mas
precisa, por su intención.
Objetivo del Karma Yoga
El
objetivo del Karma Yoga es la liberación a través de la acción. El
término sánscrito correcto es naishkarmya, que significa
literalmente “no-acción”. Pero este significado literal se presta a
confusión, pues no es la inactividad lo que se quiere expresar aquí. Mas
bien, naishkarmya—karma corresponde a la noción taoista de
wu—wei, o inacción en la acción. Es decir, el Karma Yoga
tiene que ver con la liberación dentro de la acción, o la
transcendencia de las motivaciones egoístas. Cuando se transciende la
ilusión del ego como sujeto que actúa, entonces se reconoce que las
acciones ocurren de forma espontánea. Sin la interferencia del ego, su
espontaneidad se presenta como un suave fluir. Por eso, los seres
realmente iluminados, muestran una economía y elegancia de movimientos y
actos que no se encuentra generalmente en los individuos no iluminados.
Tras la acción del ser iluminado no hay un autor; se podría decir que el
autor es la naturaleza misma.
El Karma Yoga es el arte y ciencia de la acción e intención
responsables, de concienciarse kármicamente. Su propósito inmediato es
impedir la acumulación de efectos kármicos desfavorables e invertir los
efectos del karma existente.
El Karma Yoga implica una inversión completa de la naturaleza
humana, pues requiere que cada acción se lleve a cabo con una disposición
de ánimo radicalmente distinta a nuestra manera de ser cotidiana. No solo
se nos pide que asumamos la responsabilidad por las acciones adecuadas (kârya),
sino también ofrecer nuestro trabajo y sus frutos (phala) a la
Divinidad. Tal ofrenda (arpana), sin embargo, trae consigo
necesariamente una auto-ofrenda, o abandono del ego. El Karma Yoga
implica por tanto mucho mas que cumplir con nuestro deber. Va mas allá de
la moralidad convencional y conlleva una profunda actitud espiritual. La
“sencilla” disciplina del Karma Yoga, cuando se adopta
conscientemente, se convierte en una ardiente práctica de
auto-transcendencia.
El Karma Yoga, por tanto, apunta a la trascendencia de todos los
destinos posibles en los reinos condicionales del cosmos multinivel. El
karma yogui aspira a lo incondicional mas allá del bien y del mal, del
dolor y del placer, mas allá de la necesidad kármica y la encarnación
corporal. Pues cuando se realiza el si-mismo solo hay felicidad, y desde
esta posición la máquina de la naturaleza no puede tocar nuestra auténtica
esencia. Un yogui autorrealizado puede incluso sufrir todo tipo de
adversidades —Sri Ramana Maharshi, uno de los mas grandes sabios de
la India moderna, murió de cáncer— pero en su interior es consciente de
que se halla por encima de toda existencia condicional.
Efectos del Karma Yoga
La
acción convertida en el espíritu de la auto-entrega tiene beneficiosos
efectos invisibles. Eleva la calidad de nuestro ser y nos convierte en una
fuente de crecimiento espiritual para los demás. Krishna, en el
Bhagavad Gîtâ habla del trabajo del karma yogui para el
beneficio del mundo entero. La frase sánscrita que utiliza es
loka—samgraha, que significa literalmente “reunión mundial” o “unir a
todo el mundo”. Lo que quiere expresar es que nuestra totalidad personal,
mediante la auto-entrega, transforma de forma activa nuestro entorno
social, contribuyendo a su propia totalidad.
Pero este no es el objetivo último del karma yogui; solo es un
efecto intermedio de la práctica de la inacción en la acción. Mahatma
Gandhi fue el ejemplo mas soberbio de karma yogui en la India
moderna. Trabajó incansablemente en si mismo para el beneficio de toda la
India. Persiguiendo el elevado ideal del Karma Yoga, Gandhi
tuvo que renunciar a su propia vida personal. Afirmaba esto sin rencor,
con el nombre de Dios (Ram) en sus labios. Aceptó su destino con la
confianza de que ninguno de sus esfuerzos espirituales se perdería.
Gandhi creía en la inevitabilidad del karma, pero también creía
en la libertad de la voluntad humana.
Debe señalarse que la ley del karma no alienta el fatalismo,
incluso aunque algunos individuos y escuelas hayan aceptado esta
tendencia. Al contrario, es una llamada a asumir las responsabilidades del
propio destino.
El punto de apoyo del Karma Yoga es que podemos transcender toda
necesidad kármica en nuestra consciencia. Tenemos incluso que soportar
algunos resultados kármicos (como la enfermedad, la desgracia y, por
supuesto, la muerte), pero estas necesidades no determinan nuestro ser: en
esencia somos libres y el yogui que ha realizado el si-mismo es
completamente consciente de esta verdad. La acción puede aumentar la
calidad de nuestro ser y nuestro destino, y esta es la intención escondida
detrás de la religiosidad convencional. Las personas llevan a cabo buenos
actos porque quieren ahorrarse los terribles reveses del mal karma
y, en su lugar, entrar en el delicioso reino celestial, una vez dejado
atrás el cuerpo físico.
Influencia histórica
Históricamente, el Karma Yoga puede considerarse como la oposición
a las fuerzas conservadoras de la India antigua respecto del creciente
movimiento social de renunciación al mundo. Espiritualmente, sin embargo,
es mucho mas que una solución de compromiso entre la vida convencional y
la vida del asceta renunciante del bosque o la del vagabundo mendicante.
Se trata de una enseñanza integral que transciende tanto la mundanalidad
como la renuncia extrema.
El Karma Yoga es el camino del servicio voluntario (seva),
el modo que quizás esté mejor descrito en los Upanishads y
particularmente en el Bhagavad Gîtâ, el evangelio clásico de la
acción desinteresada. Por otro lado, el Bhagavad Gîtâ con su
integración del Karma Yoga, el Bhakti Yoga y el Jñana
Yoga, presenta una genuina innovación. Su enseñanza ha tenido una
influencia constante sobre muchas otras tradiciones de la India.
Otro trabajo que debe mencionarse en el presente contexto es el Yoga
Vâsishtha, compuesto unos mil años después del diálogo entre
Krishna y Arjuna. Aunque expone una forma de no-dualismo que es
tan radical como para considerar el mundo completamente ilusorio, sin
embargo defiende una perspectiva bajo la cual se afirma la existencia
mundana. En esta escritura se alienta al yogui a participar totalmente en
las actividades familiares y sociales. Compara la sabiduría (jñâna)
y la acción (karma) a las dos alas de un pájaro; ambas necesarias
para volar. Afirma que la emancipación se logra mediante el desarrollo
armonioso de ambos medios.
Una enseñanza similar se puede encontrar en el Tri Shikhi Brâhmana
Upanishad, una tardía obra medieval.
El Karma Yoga es el fundamento de todos los tipos y ramas de Yoga.
Su elevado ideal de inacción en la acción (naishkarmya—karma)
se aplica en todas las otras disciplinas espirituales y es relevante hoy
en día exactamente igual que lo fue cuando los primeros sabios de la India
lo formularon, hace ya mas de dos mil años.
El karma yogui
El
Karma Yoga busca influenciar el destino de forma positiva. La
enseñanza mas importante de esta vía es la acción completamente altruista,
sin apego y con integridad. Propone realizar los deberes y los actos sin
apego a los frutos de la acción. Servir a todos desinteresadamente. El
deber cumplido sin interés, sin egoísmo, sin apego.
En consecuencia, el yogui kármico esta orientado hacia la acción y se
siente atraido por el mundo de lo humano. Puede transformar su acción en
el mundo en un camino espiritual dedicando sus actos a Dios y omitiendo
los frutos de su acción. Los practicantes del Karma Yoga creen que
todas las acciones —físicas, de palabra o de pensamiento— tienen
consecuencias en un futuro mas o menos cercano y de las cuales debemos
asumir toda responsabilidad.
Esta rama del yoga va disolviendo el ego. El karma yogui, actúa por
solidaridad pero sin protagonismo. Es el amor permanente a todos y a todo
sin esperar nada a cambio. Según la ley del karma, todo acto tiene
su reflejo, su consecuencia. Actúa sobre la emotividad y controla la
actividad.
Es una orientación conveniente para quienes poseen una naturaleza activa,
para aquéllos que desean trabajar para la manifestación del Reino del
Cielo en la Tierra. El empeño principal de la práctica es la renuncia a
los frutos de la acción. Es decir, las actividades se emprenden por razón
de si mismas, los resultados se ofrecen a Dios. Las actividades se suponen
para beneficio de un bien mayor, sin preocuparse del beneficio personal.
La ventaja del Karma Yoga es que transforma la actividad egoísta,
la acción basada en un objetivo que se traduce en karma, en acción
generosa, libre del ego, que no produce ningún karma. Además, el Karma
Yoga es conveniente para todos. Como señala Shri Krishna en el
Bhagavad-Gîtâ, “nadie esta libre de la acción ni siquiera un
momento”. La vida en un cuerpo se basa en la acción, e incluso el ermitaño
mas aislado se halla constantemente envuelto en alguna forma de actividad,
no importa cuan sutil sea. Está clara la ventaja del Karma Yoga
para la ocupada persona de hoy, cuyas responsabilidades exceden
ciertamente las del ermitaño.
La desventaja del Karma Yoga es que rápidamente puede convertirse
en una pendiente resbaladiza en forma de esfuerzo espiritual. El mundo
siempre va a necesitar curación. Si se trabajase servicialmente veintitrés
horas al día, cuando se descansase la hora restante, todavía existiría una
multitud de tareas y proyectos sin completar. La objeción de Shankara
al Karma Yoga era que ninguna cantidad de actividad puede producir
crecimiento espiritual porque el crecimiento espiritual es el resultado de
la sabiduría nacida de la quietud interior. Si esta quietud se pierde en
un enfoque exterior, sin tener en cuenta las buenas intenciones, entonces
el Karma Yoga se vuelve una fuerza de acción social positiva, pero
pierde su sentido más profundo. |